Capítulo 9 (parte 1) - Ka'ax

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Dejaron atrás la cuenca del río Gaya y, tal y como había calculado Wayra, tres días tras su encuentro con los cazadores nukuch, algo menos de una semana tras el inicio de su viaje, la selva comenzó a aclararse. Poco después, se despejó por completo dando lugar a una explanada de pastos con rebaños de llamas y burros y distintas parcelas de tierras de cultivo. Había una gran variedad de hortalizas aunque destacaban los campos de cereal, dorados gracias al sol del mediodía.

Al frente y hacia la derecha, parte de la selva regresaba bordeando las faldas de un gigantesco grupo de montañas en el que se destacaban dos cumbres enfrentadas (y separadas por un brazo del lago Kawsay, según indicaba el mapa de Lenn), el sistema de los Picos Hermanos. Hacia la izquierda, al norte, un camino de tierra serpenteaba por las llanuras siguiendo el curso de un arroyo, que llevaría hasta el puerto de Angler.

Pequeñas casas y granjas se encontraban dispersas por la zona y, cerca del camino en una suave loma, se alzaba la población principal de la región: Ka'ax. Un pequeño pedazo de urbe entre tierras de labranza que servía como punto de respiro a los viajeros.

Al ver por fin el cielo abierto, una extensión de suelo descubierto y una pequeña muestra de civilización, el corazón de Lenn se aligeró con familiaridad. Sin embargo, este sentimiento se atenuó al darse cuenta de que la ciudad había sido amurallada mediante estacas de madera y rodeada por trincheras. Varias parejas de soldados, a juzgar por su inconfundible uniforme púrpura, se paseaban por el perímetro con rifles al hombro y en las principales entradas habían establecido puntos de control.

Tragó saliva y se removió con inseguridad. La tecayari se giró hacia él.

—No están aquí por ti. Esta es una situación común en todas las ciudades de linde salvo Naayee, ya que está al otro lado del Gaya.

—¿A qué se debe?

Ella señaló la cercanía de la selva, para luego abarcar con una mano todas las tierras de alrededor.

—Bienvenido a la tierra natal de las historias sobre los salvajes. Aquí la gente no sólo lucha por sobrevivir, la selva y sus habitantes están constantemente enseñándoles los dientes. El ejército no será un problema, no somos sus objetivos.

Echó a andar, aunque se detuvo a unos metros.

—Aun así... Esconde bien tus colgantes, no queremos que llamen la atención.

Acto seguido procedió a subirse y ajustarse su camisa de tirantes, consiguiendo que ocultara casi por completo su tatuaje.

Lenn obedeció. Cuando estuvieron lo suficientemente cerca de la entrada, Kanti emprendió el vuelo para entrar por su cuenta.

Mientras atravesaban el control, bajo las miradas inquisitivas de los guardias, el joven se mantuvo con la respiración contenida; en cambio, su compañera cruzó al otro lado con total confianza. Como había predicho, no les prestaron más que unos minutos de atención antes de centrarse en los siguientes visitantes.

Aztilan: La ciudad perdidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora