Durante los siguientes días el espesor de los bosques que rodeaban Visser dio paso a zonas arbustivas combinadas con pastos, que a su vez se difuminaron en espesas estepas de cereales salvajes en las que los árboles y los arbustos no eran más que lobos solitarios.
Junto al cambio del paisaje vino un cambio de clima. Desaparecieron los efectos atenuantes del lago, y la sequedad y el calor se apoderaron del ambiente.
El suelo se convirtió en arena y la arena terminó como arcilla cuarteada por la sed.
A su alrededor, los cereales fueron incapaces de resistir la sequía y progresivamente el espacio lo dominaron matojos de espino. Al principio como un tapiz continuo, después, en lo más profundo del desierto, como cojines dispersos junto a cactus de todos los tamaños y colores.
En Drühn también había desiertos, así que el concepto y sus características no eran desconocidas para Lenn. Sin embargo, entre el conocimiento y la experiencia había un abismo.
—No encontrarás en el mundo lugar como este —comentó Wayra.
Él asintió, dándole la razón, intuía que el desierto de Ilanis no tendría punto de comparación con aquel al otro lado del Gran Estrecho. Al fin y al cabo, las praderas que había encontrado al llegar a Vindun le habían recordado a las grandes llanuras de su tierra natal, pero al mismo tiempo habían resultado muy diferentes.
—Es todo menos... Menos...
—¿Domesticado? —Sí, aunque esa no era la palabra que estaba buscando, lo describía a la perfección.
El tiempo que llevaba en Ilanis le hacía sentir como si hubiera pasado gran parte de su vida acurrucado y seguro entre mantas.
Durante el trayecto, Wayra resultó una guía e instructora implacable. Cada vez que tenía algo que decir iba directa al grano, sin tiempo para cortesías y sin darle tregua. Era tal y como había anunciado y tal y como el antropólogo había esperado.
Cómo encontrar agua, cómo distinguir huellas y marcas en todo tipo de suelos y cómo localizar los mejores refugios o aprovechar el terreno para crearlos. En definitiva, todo lo que necesitaba saber para no morir en un ambiente tan hostil como aquel.
Cuatro días tardaron en adentrarse en las zonas más profundas del desierto y para entonces la memoria del joven rebosaba con información.
Durante el ascenso de una pequeña loma se tomó un momento para observar el horizonte y el paisaje a su alrededor. Se había colocado un pañuelo alrededor de la cabeza para protegerse del sol, pero incluso a través de la tela los rayos le acribillan de forma implacable.
Hizo visera con la mano y Kanti se posó sobre su improvisado turbante con un graznido animado, dándole algo más de sombra.
Una fina capa de arena y guijarros tapizaba la agrietada arcilla de una llanura inmensa, y se concentraban cada cierto tiempo en pequeños montículos que servían de refugio a los arbustos. Las gentiles colinas de las praderas habían quedado muy atrás, sustituidas por cañones kilométricos en ancho y largo y barrancos verticales de afilada roca. En algunos puntos, además, el viento había excavado a cuchillazos salientes del tamaño de montañas.
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Aztilan: La ciudad perdida
Фэнтези*Historia en progreso* Incluso cuando todo parece perdido, la esperanza se abre camino. Wayra es una tecayari, una de los pocos que quedan tras la destrucción de su cultura a manos del Imperio Vör hace cuatro siglos, debido a la peligrosa magia que...