Capítulo 7 (parte 2) - A nivel

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—Adelante, pregunta

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—Adelante, pregunta.

Incluso aunque tuviera su permiso y su palabra, el chico imaginaba que habría un límite en las preguntas que podía hacer. Debía elegirlas bien y evitar enfadarle.

—Empecemos con una introducción. Tú ya sabes mi nombre, me gustaría saber el tuyo.

—Wayra.

—¿Sólo Wayra?

—Sólo Wayra.

Aunque no era extraño para los tecayari, en el Imperio era algo cuanto menos peculiar. Sin embargo, imaginó que en los círculos en los que se movía la joven la falta de un apellido no sería un problema.

Esto le llevó a su siguiente pregunta y se removió con dubitación al pensar en ello. Le carcomía la curiosidad, pero no sabía cómo podría reaccionar su compañera.

Al final, decidió preguntarlo de todas formas.

—Aparentas mi edad, pero ¿cuántos años tienes realmente? Los antiguos tecayari eran más longevos, ¿no es así?

—Es cierto. —Le enseñó los dientes en una sonrisa e inclinó la barbilla y la nariz hacia abajo en una mueca—. ¿Acaso no es de mala educación preguntar algo así?

—Depende de la persona. Y no creo que tú seas de aquellos a los que les importa, ¿verdad? —contraatacó.

Con una carcajada de aprobación y los ojos brillantes se echó hacia delante.

—Cincuenta y seis.

Lenn fue incapaz de mantener su mandíbula en el sitio, lo que Wayra recibió con una expresión de satisfacción. Era más del doble que él e incluso que Arvid, de hecho, estaba apenas una década por debajo del profesor Järnvik.

—Eso es... Eso es... Wow. —Tardó un poco más en poder enlazar las palabras—. ¿Has estado viajando y buscando tesoros todo este tiempo? Espera... ¿Aun así no has encontrado ninguna pista sobre Aztilan?

Bajó la cabeza y hundió los hombros ante aquel pensamiento. Si alguien como Wayra no había encontrado nada, entonces él no tenía la más mínima posibilidad...

—Realmente no las he buscado —confesó con un suspiro.

Cambió de postura con cuidado de no perturbar en exceso a Kanti y se sujetó un brazo con la mirada en el cielo. Un brillo peculiar se apoderó de sus ojos y Lenn reconoció en ellos el mismo sentimiento que había visto en las ruinas. Sin embargo, esta vez supo que iba más allá de la tristeza. Se trataba de una nostalgia abismal. El anhelo de algo que nunca había conocido pero con lo que guardaba una conexión inquebrantable, con cada fibra de su ser.

—La vida aquí... Es inclemente. Esperanzas como esa deben gestionarse con cuidado.

De golpe, su atención se centró en el amuleto que Lenn había tomado de las ruinas. Sus ojos se endurecieron y lo señaló con el mentón.

Aztilan: La ciudad perdidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora