Capítulo 12 (2/3) - El sol y el rayo

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¿Qué había pasado? Lo último que recordaba era

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¿Qué había pasado? Lo último que recordaba era... Caminar por el desierto y luego...

Abrió los ojos de golpe y fue a incorporarse, pero una mano sobre su hombro se lo impidió.

—Despacio. ¿Cómo te encuentras?

—Mejor.

Se llevó una mano a algo húmedo y fresco que tenía en la frente y se encontró con la mullida corteza de un cactus. No tenía tanto calor como antes, ni sentía la cabeza tan pesada. También podía respirar mejor.

Se reclinó con cuidado de no tirar las pequeñas rodajas que le habían colocado y, tras apoyarse en la pared, analizó su alrededor.

Se encontraban en una pequeña cueva, una raja horizontal excavada por el viento en la roca. El saliente que se veía en el horizonte, ¿habían llegado a él? ¿Cómo?

No había tanta claridad en el cielo como antes, la luz era más anaranjada, de atardecer. ¿Cuánto tiempo había pasado?

La tecayari le ofreció un cuenco de cactus con zumo púrpura en él.

—Bebe. Te vendrá bien.

Tenía un sabor dulce y refrescante, aunque suave, que le recordó vagamente al de un melón.

Sin mirarle, ella se centró en sus pies para untarle una pasta azul. Un helado contraste con la sensación de fuego que tenía a lo largo de toda la planta. Aun así, el dolor era mucho menor que antes y ya apenas distinguía los pinchazos que antes había tenido. A pesar de estar cubiertos de rozaduras y ronchas, la inflamación no era tan grande como había esperado. Aunque supuso que su compañera había tenido algo que ver en ello.

—Wayra...

Antes de que dijera más, ella le cortó con una mirada seria.

—Siento haberte presionado, tendría que haber considerado que no estabas acostumbrado a unas condiciones como estas. A partir de ahora viajaremos por la noche y descansaremos más a menudo, ¿de acuerdo? Y necesito que de ahora en adelante seas sincero conmigo y me avises con lo que necesites.

Un remolino de culpa le cerró el estómago.

—Yo...

—Estoy viajando contigo, no por ti. No eres un fardo al que tenga que estar arrastrando, ni mucho menos, eres tu propia persona y eso significa que tienes tus puntos fuertes y tus puntos débiles.

Hizo una mueca de concentración y frunció el ceño, como si estuviera constándole encontrar sus siguientes palabras.

—Sería una locura por mi parte exigirte algo para lo que no estás preparado todavía y esperar que todo sea perfecto. Esa nunca ha sido mi intención.

—Lo sé, yo sólo...

Se apresuró a interrumpirla para disculparse, pero se detuvo en el último momento. En realidad no era necesario que lo hiciera, ni justificar su forma de actuar o agradecerle lo que había hecho por él. Sabía que para Wayra todo aquello no serían más que palabras vacías. Así que en su lugar asintió con convicción.

Aztilan: La ciudad perdidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora