DOLCE

21

Arthur despertó nuevamente. Estaba en la cama, Alfred estaba recostado a su lado, masajeando su barriga.

-Despertaste... -dijo Alfred

-¿Tú... me trajiste hasta aquí?

-Lloraste hasta quedarte dormido, así que te traje a la cama para que descansara mejor. Descuida, cargarte no fue problema. Sabes lo fuerte que soy.

Alfred se disculpó por haberse ido antes sin decirle nada, pero no quiso despertarlo. Le explico que al terminar de preparar la comida se percató que solo quedaba una gaseosa en la nevera. Pensó en hacer una visita rápida a la tienda, pero tras recibir una llamada de su jefe se distrajo y cuando se dio cuenta ya estaba llenando una carretillas con cosas que quería comprarle a Arthur.

-La próxima vez que estés preocupado, puedes llamarme a mi teléfono. Siempre lo llevo en mi bolsillo.

Arthur se sintió avergonzado... No solo no había pensado en llamarle por teléfono, no había pensado en Alfred desde que comenzó a comer.

Había fallado... otra vez...

Su mente se llenaba de pensamientos negativos que se convertían en las lágrimas que caían por sus ojos.

-Arthur... -escuchó su voz llamándole- ¿Por qué lloras?

-Lo... Lo siento...

-No sé por qué te disculpas, pero está bien. No te preocupes más.

-Lo siento... América... -lloró- Yo... no puedo llamarte más por tu nombre...

Entre lágrimas, Arthur terminó por confesar todo sobre su conversación con Francia, así también el que no estaba seguro de lo que sentía. Le amaba y estaba seguro de ello, pero no sabía bien lo que había entre ellos.

-Comprendo -dijo Alfred con una sonrisa- Así que me amas ¿cierto?

-¡N-No te burles de mí!

-Tranquilo. No me estoy burlando. Sabes... creo que hay algo que debes saber.

Años atrás, tras luchar para independizarse de Inglaterra, pensó en cambiar su nombre humano para así dejar atrás todo ese pasado, pero no pudo hacerlo.

Aquel nombre que tantos años fue pronunciado con gran afecto, era algo que estaba grabado en él. Así que decidió conservarlo como único recuerdo del cariño que alguna vez hubo entre ambos, pues estaba seguro que solo habría odio y resentimiento entre ellos en el futuro.

Tiempo después, volvieron a entablar una relación estrictamente de trabajo, en la cual sus nombres habían quedado en el olvido y únicamente se referían el uno al otro como "América" e "Inglaterra" respectivamente.

No fue hasta una tarde durante una de sus típicas discusiones infantiles que en uno de sus regaños accidentalmente escapó de la boca de Inglaterra su nombre: "Alfred".

Lo dejó sorprendido. Arthur por supuesto no tardó en mostrarse avergonzado y salir de allí a toda velocidad.

-Fue extraño -rio Alfred- Cuando me llamaste así, me sentí inexplicablemente feliz... Quizás tú me llamaste así pensando en mí aún como un hermano, pero allí supe que te quería seguir oyendo decir mi nombre.

Los días siguientes a aquel suceso, Alfred no para de llamar a Arthur "Iggy" tal como lo hacía cuando era niño. Comprendió que aquel pasado juntos, en vez de ser olvidado podía ser cambiado por un futuro juntos.

Decidió que haría renacer la relación entre ellos como algo nuevo y diferente. Más que ser amigos, hermanos, colegas, amantes u otra cosa, su prioridad era ser "Alfred" para "Arthur"

-Aunque sigo prefiriendo llamarte "Iggy" por que creo que es muy tierno...

Al llamarlo "tierno" recordó lo que le había llevado hasta allí y que aún no confesaba la verdad sobre su falsa crisis. No obstante, considero que Arthur ya había tenido suficiente estrés por un día, así que aclararía ese asunto después.

-Entonces... -dijo Arthur secando sus lágrimas- ¿Cómo debo llamarte?

Alfred sonrió, colocando su cabeza sobre la gran barriga y pinchándola con su dedo.

-Solo llámame por mi nombre, gordito...

Reuniendo todo su valor, Inglaterra cubrió su rostro sonrojado. Respiró hondo y finalmente lo dijo.

-Al... Alfred... 

-Bien dicho... Arthur...