ESE TROZO DE HOJALATA ME DEJÓ NUEVAMENTE INCONSCIENTE.
Fui noqueada y secuestrada tres veces en menos de 24 horas. Si no estuviera tan perturbada por una presencia particular que experimenté antes de desmayarme, entonces tendría más frustración dirigida hacia él. Pero en ese momento, aparte de mi constante secuestro, algo esta noche me sobresaltó más allá de lo imaginable.
Sentí una presencia que nunca antes había sentido y estaba oscura. Hacía frío. Era todo lo contrario de cualquier cosa buena. Me enfermó. Ni siquiera sé qué era y me llenó de pavor.
¿Qué era? ¿Quién fue?
Al despertarme, me di cuenta de que estaba en la cabina de una nave, sentada en el lugar del copiloto y cubierta con una cálida manta. Miré a mi izquierda, siguiendo la respiración del hombre de hojalata. Estaba descansando en el asiento del piloto, recostado hacia atrás con los brazos cruzados. Su cabeza estaba inclinada hacia un lado y de alguna manera estaba mirando en mi dirección. Incluso me congelé por un momento, preguntándome si estaba mirando sin saberlo.
Cuanto más lo miro, más me doy cuenta de que estaba dormido. Pero tenía que asegurarme. Le saqué la lengua para ver si reaccionaba, nada. Luego le saqué el dedo, nada.
Miré las luces del hiperespacio y luego el destino en el sistema. Fruncí el ceño, el destino no existe. Las coordenadas, el planeta, el sistema, todo ello nos lleva a algún lugar que nos sacará del borde de la galaxia.
Ese no es mi hogar como prometió...
Me moví inquieta en mi asiento, haciendo lo mejor que pude para no hacer ningún ruido mientras me levantaba lentamente. Mi mirada permaneció en él, esperé alguna reacción o algún indicio de que pudiera estar despierto. Silencio.
Alcancé el sistema de navegación para poder ponernos en el camino a Coruscant, —Déjalo—, me detuve ante el sonido de su voz profunda, seguida de su respiración agitada, —No soy tan tonto como para quedarme dormido mientras se supone que debo vigilarte. Te he estado observando todo este tiempo.
