Significaba todo escuchar que ella sentía lo mismo. Me cuesta creer que lo haría, la he tratado mal desde el momento en que entró en mi vida. No la merezco, no merezco su amor. Y sólo por esa razón debería detener este beso, eso y el hecho de que va en contra del código que ambos hemos jurado vivir.
Pero se sentía tan bien ser egoísta por una vez.
Profundicé el beso y nuestros labios se movieron más rápido, como si ambos supiéramos lo que estábamos haciendo. Había lágrimas en mis ojos, y no de tristeza ni siquiera de alegría, estaba abrumado. Estos sentimientos que tenía por ella eran tan abrumadores. Todo lo que sentía estaba embotellado y el vaso casi se había roto antes de que lo abriera voluntariamente.
—Espera—, susurró entre nuestros labios. Al principio no estaba seguro si había hablado o si era mi imaginación. Así que no fue hasta que me susurró por segunda vez que me di cuenta de que su voz era real: —Espera.
Hice una pausa a pesar de que me mató, el dolor de volver a juntar nuestros labios era agonizante. Mis manos permanecieron en su rostro y nuestros labios aún se tocaban ligeramente, el más mínimo movimiento nos uniría nuevamente, —He esperado suficiente—. Le susurré en respuesta. No creía que fuera yo quien hablaba, ella sacaba a relucir ese otro lado de mí que era tan irreconocible y me agradaba. No sentía que tenía que ser el duro y estar en guardia. Estaba respirando, relajándome y sintiéndome vivo por primera vez... bueno, por primera vez.
Sus ojos se encontraron con los míos, eran hermosos, muy hermosos. ¿Qué me ha hecho esta mujer?
—Alguien nos verá si entra por esa puerta—. Señaló con la cabeza hacia la entrada por la que ambos entramos.
Ella tenía razón, pero no quería detenerme. No sabía si esto era algo que iba a suceder de nuevo, si uno o incluso ambos despertaríamos mañana ahogados en arrepentimiento. Así que quería aprovechar cómo nos sentíamos en ese momento, llenos de la pasión alimentada por nuestra discusión.
No me tomó mucho tiempo encontrar una solución. Este pasillo no solo estaba destinado a conectar el recibidor con el jardín, sino que contenía otro aspecto: los baños.
Aparté mis manos de su cara y agarré su muñeca. Tiré de ella para que me siguiera al baño, —Aquí—, la apresuré a entrar y cerré la puerta detrás de nosotros, —Ahí, problema resuelto—. La cerré con llave y tan pronto como me di la vuelta, ella me estaba besando de nuevo con la espalda presionada contra la puerta.
