ESTABA DE VUELTA EN MI PROPIO TIEMPO, VEINTIÚN AÑOS DESDE el día de la muerte de mi madre, la tragedia de su muerte a los diecinueve años.
El aire que rodeaba la cabaña del Maestro Yoda se sentía más frío de lo habitual y la niebla era espesa, dejándome sin forma de ver la tierra a mi alrededor. Era espeluznante, oscuro, frío, y tenía un dolor retorcido en el estómago.
Algo andaba mal.
Me acerqué a la cabaña y abrí la puerta. Me agaché para no golpear la parte superior de la puerta y entré, mirando alrededor del pequeño espacio en busca de mi sabio y viejo amigo, —¿Maestro Yoda?— Dije mientras miraba hacia su cama, esperando verlo dormir. Pero al igual que el resto de la cabaña, también estaba vacía.
Mi ritmo cardíaco comenzó a aumentar a medida que el dolor pellizcaba mi corazón. Me preocupaba que le hubiera pasado algo, era la última persona que tenía en este tiempo y no quería perderlo. Especialmente porque si de alguna manera fallo en mi búsqueda, este es el futuro al que tendré que regresar, y no quiero que esté tan vacío.
Salí de la cabaña con un suspiro y miré a mi alrededor, pero mi visión era limitada, —¡Maestro Yoda!— Grité, mi voz resonando a través de la niebla y sorprendiendo a los pequeños bichos que podía escuchar corriendo a través de la tierra, el barro y los árboles.
Luego se hizo el silencio, hasta que escuché un crujido que sonó como una rama partiéndose por la mitad.
—No soy él—, una voz suave pero amenazadora pronunció detrás de mí, seguida por el zumbido de un sable de luz que pude sentir que venía directamente hacia mí. Me agaché para evitar la hoja carmesí que pasó por encima de mí, y me di la vuelta mientras daba un salto hacia atrás. Mi mano estaba ahora en el mango de mi propia espada, mis ojos en el enemigo, —Te he estado buscando. ¿Te importaría decirme dónde has estado, hermano?
Me enderecé mientras agarraba con más fuerza mi arma en preparación para defenderme si ella atacaba de nuevo, y conociéndola, lo hará.
Se parece a nuestro padre.
—Encantado de verte también, Leia.
Pov Anakin
Montar este acto fue mucho más difícil de lo que esperaba. Odiaba a esta mujer y todo lo que representaba. Todo el tiempo que estuvimos caminando por el jardín, no dejaba de pensar en cómo sería ahogarla en la fuente de agua.
