Día tras día, semana tras semana, unca faltaba el día en que Takemichi se aparecía frente a su novia con tables heridas en su rostro.
Sabía que, con el paso del tiempo, el rubio había conseguido un poco de músculo y fuerza, pero comparándolo con Draken o Mikey, era un bebé entre adultos en cada una de esas peleas, y aún así, siempre iba al frente.
Es cierto que con el paso del tiempo se había ganado una reputación, incluso era líder de una gran pandilla, Black Dragons. Pero todo eso poco le importaba a Hina cada vez que debía curar sus heridas.
Mentalmente, Hina es fuerte, pocas cosas le aterran, pero aquel mundo de pandillas, totalmente desconocido para ella, si le aterraba. Es cierto que gracias a ello tenía a Emma, su mejor amiga, o que tenía otros amigos preocupados por ella o por cualquier cosa que le pudiera ocurrir, no todo era malo.
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Ojos, nariz, mano, pie, pierna...la chica creía que todo el cuerpo del ojiazul había sido golpeado, llegando a ser apuñalado, como su mano, o disparado, como su pie. Brazos rotos, piernas rotas...el informe médico de Takemichi era tan extenso que ni cabía en una hoja.
Sabiendo la facilidad que tenía Takemichi de recibir golpes, tan así que ya parecía un imán de golpes, Hina tenía preparado un pequeño botiquín, siempre esperando a ser usado tras cada pelea. Aunque es cierto que miembros como Hakkai o Angry también recurrían a los cuidados de Hina y Emma, se ganaron el nombre de "Enfermeras de la Tokyo Manji".
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Aquella noche no era excepción, la pandilla había vuelto a pelear. Como pudo, Hina salió de su casa sin hacer mucho ruido, esperando a ser recogida esta vez por Inui. Una vez juntos, el contrario lleva la fémina al lugar de la pelea, aunque el único rastro de esta eran miembros heridos.
Cuando se acerca a su novio, la chica ya tenía los ojos amenazados por lágrimas a punto de salir, las cuales ganaron conforme curaba las heridas. En el lugar solo quedaban Draken, Mikey, Chifuyu, Emma y la pareja, aunque los cuatros restantes estaban alejados.
Casi ya consciente, el rubio se incorpora con algún que otro quejido de por medio y limpia las mejillas húmedos de la chica, quién abraza con cuidado al contrario y llora de forma silenciosa.
Hinata odiaba ver así a Takemichi, peor sabía que por mucho que sufriera, todo aquel dolor era el doble para Takemichi, todo ese dolor, era para salvarla.
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