Los gritos en la residencia de los Shiba era algo común, y el portazo que hacía el mayor al salir de la casa señalaba el fin de los ruidos hasta el día siguiente.
El Shiba menor estaba escondido en el armario de su hermana, con los cascos que reproducían la música lo más alto que podía el aparato, a pesar de que la música estaba alta, el menor podía escuchar los gritos de sus hermanos y cosas cayendo.
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Siempre hacían ese ritual. Desde que tenía memoria, Hakkai se hacía bolita en el oscuro armario de su hermana mayor hasta que el ruido cesaba y su hermana con una dulce sonrisa le avisaba de que podía salir, pero desde que tenía 12 años, reunía fuerzas para salir del armario y ayudar a su hermana, pero nunca fue capaz de hacerlo.
El menor se sentía impotente, a pesar de tener un cuerpo grande y de saber pelear, no era capaz de proteger a su hermana.
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Con cuidado salió de aquel armario y temeroso fue hacia el salón, dio un sobresalto cuando vio varios objetos como jarrones o platos rotos por el suelo, asustado entró a la sala preocupado por la condición de su hermana.
Aunque su cuerpo temblaba, fue capaz de cargar a su hermana y acostarla en el sofá, con rapidez fue al baño agarrando el botiquín y volviendo con su hermana.
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Con mucho cuidado curo las heridas de la chica. La casa estaba en silencio, ambos hermanos sentados en el sofá, el más alto acariciaba suavemente la cabeza de la mayor.
—La próxima vez...te protegeré... —Kai...yo soy la mayor... —Me da igual...yo...no quiero seguir escondiéndome...odio verte así Yuzu...n-no quiero perderte a ti también...
La mencionada no dijo nada, dolorida se acomodó en el cuerpo de su hermano pequeño, escondiendo su rostro malherido en el cuello ajeno.
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