mixta o no, pero cuando uno tiene mi edad puede hacer casi todo lo que se le
antoja.
—Me gustaría saber —musitó Penelope— qué «no» puede hacer uno a
su edad.
—¿Qué? —preguntó lady Danbury mirándola.
—Ha dicho que uno puede hacer «casi» todo lo que se antoja.
Lady Danbury la miró incrédula y luego esbozó una sonrisa. Colin se
sorprendió sonriendo también.
—Me gusta —le dijo lady Danbury, apuntando a Penelope como si fuera
una especie de estatua a la venta—. ¿Le he dicho que me gusta?
—Creo que sí —repuso él.
Lady Danbury miró a la cara a Penelope y con una máscara de absoluta
seriedad le dijo:
—Creo que no podría salir impune del asesinato, pero eso podría ser
todo.
Penelope y Colin se echaron a reír al mismo tiempo.
—¿Eh? ¿Qué es tan divertido?
—Nada —logró decir Penelope.
Colin, por su parte, ni siquiera logró eso.
—No es nada —insistió lady Danbury—. Y me quedaré aquí
fastidiándolos toda la noche hasta que me digan qué es. Y créanme si les digo
que no es eso lo que desean que haga.
Penelope se limpió una lágrima del ojo.
—Es que yo acababa de decirle —dijo, indicando a Colin con un gesto de
la cabeza— que probablemente él saldría impune de un asesinato.
—¿Eso le dijo? —musitó lady Danbury, golpeteando ligeramente el suelo
con el bastón, como si se rascara el mentón considerando una pregunta muy
profunda—. ¿Sabe?, creo que podría tener razón. Hombre más encantador no
creo que haya visto Londres jamás.
Colin arqueó una ceja.
—Vaya, ¿por qué será que no creo que haya dicho eso como un
cumplido, lady Danbury?
—Pues sí que es un cumplido, zoquete.
—En cuanto opuesto a «eso» —dijo Colin a Penelope—, que está muy
claro que sí es un cumplido.
Lady Danbury sonrió de oreja a oreja.
—Declaro —dijo (o con toda verdad declaraba)— que este ha sido el
momento más divertido que he disfrutado en toda la temporada.
—Encantado de agradecerlo —dijo Colin con una llana sonrisa.
—Este ha sido un año especialmente aburrido, ¿no le parece? —comentó
lady Danbury a Penelope.
Penelope asintió.
—El año pasado fue un poco tedioso también.
—Pero no tanto como éste —insistió la anciana.
—A mí no me lo pregunte —dijo Colin afablemente—. He estado fuera del
país.
—Humm, supongo que va a decir que su ausencia es el motivo de que
hayamos estado tan aburridos.
—Ni lo soñaría —repuso Colin con su encantadora sonrisa—. Pero claro,
si la idea se le ha pasado por la cabeza es que debe de tener un cierto mérito.