—Humm. Sea como sea, me aburro.
Colin miró a Penelope, que parecía esforzarse por mantenerse muy, muy
quieta, presumiblemente para aguantar la risa.
—¡Haywood! —exclamó de repente la anciana, haciendo un gesto a un
caballero de edad madura—. ¿No estaría de acuerdo conmigo?
Por la cara regordeta de lord Haywood pasó una fugaz expresión de
terror, pero cuando le quedó claro que no podía escapar dijo:
—Procuro tomar por norma estar siempre de acuerdo con usted.
—¿Es pura imaginación mía o los hombres se están volviendo más
sensatos? —le dijo lady Danbury a Penelope.
Penelope se limitó a hacer un evasivo encogimiento de hombros. Colin
decidió que era una joven muy juiciosa.
Haywood se aclaró la garganta, cerrando y abriendo rápida y
enérgicamente sus ojos azules.
—Esto… eh… ¿con qué exactamente estoy de acuerdo?
—Que la temporada es aburrida —suplió Penelope amablemente.
—Ah, señorita Featherington —dijo él, en tono algo fanfarrón—, no la
había visto.
Colin miró distraídamente a Penelope y alcanzó a verla estirar los labios
en una sonrisita mal lograda.
—Aquí, a su lado —masculló ella en voz baja.
—Sí, aquí —dijo Haywood jovialmente—, y sí, la temporada es
mortalmente aburrida.
—¿Alguien ha dicho que la temporada es aburrida?
Colin miró a la derecha. Un hombre y dos damas acababan de unirse al
grupo y estaban expresando entusiastas su acuerdo.
—Tediosa —musitó una de ellas—. Horriblemente tediosa.
—Nunca había asistido a una ronda de fiestas más banales —declaró la
otra dama exhalando un afectado suspiro.
—Tendré que informar a mi madre —dijo Colin entre dientes.
Sí que se contaba entre los hombres más acomodadizos, pero claro,
había ciertos insultos que no podía dejar pasar.
—Ah, no me refiero a esta reunión —se apresuró a enmendar la mujer—.
Este baile es verdaderamente la única luz brillante en una cadena de reuniones
por lo demás oscuras y tétricas. Vamos, justamente iba a decir…
—Pare —le ordenó lady Danbury—, antes que se atragante con su pie.
La dama se apresuró a callarse.
—Es curioso —musitó Penelope.
—Ah, señorita Featherington —dijo la dama que había estado en
reuniones oscuras y tétricas—. No la había visto.
—¿Qué es curioso? —le preguntó Colin, antes que otro pudiera decirle lo
nada notable que encontraba.
Ella le hizo una leve sonrisa de agradecimiento y pasó a explicar su
comentario:
—Es curioso cómo los miembros de la alta sociedad se entretienen
comentando lo poco entretenidos que están.
—¿Qué quiere decir? —preguntó Haywood, con cara de perplejidad.
Penelope se encogió de hombros.
—Simplemente que creo que muchos de ustedes lo pasan
extraordinariamente bien hablando de lo aburridos que están.