-Tenaz hasta el final.
-La tenacidad puede ser algo muy bueno -le recordó Eloise-, en el
momento oportuno.
-De acuerdo -replicó Penelope, sonriendo sarcástica-, y en el
momento inoportuno es una absoluta pesadilla.
-Alégrate, amiga -rió Eloise. Por lo menos te has librado de todos esos
vestidos amarillos.
Penelope se miró su vestido de mañana, que era de un tono de azul que
sentaba muy bien, si ella se lo decía.
-Dejó de elegirme la ropa cuando por fin comprendió que ya estaba
oficialmente para vestir santos. Una hija sin perspectivas de matrimonio no vale
el tiempo ni la energía que le consume ofrecer consejos sobre moda. No me ha
acompañado a la modista ni una sola vez desde hace más de un año. ¡Dicha!
Eloise le sonrió a su amiga, observando de paso que su piel adquiría una
hermosa tonalidad melocotón y crema siempre que llevaba colores más fríos.
-Fue evidente para todos el momento en que te permitieron elegir tu
ropa. Incluso lady Whistledown lo comentó.
-Escondí ese número para que no lo viera madre -confesó Penelope-.
No quería que le hiriera los sentimientos.
Eloise pestañeó varias veces y luego dijo:
-Eso fue muy amable por tu parte, Penelope.
-Tengo mis momentos de caridad y buen talante.
Eloise soltó un bufido.
-Uno diría que un componente esencial de la caridad es la capacidad de
no atraer la atención a que uno la posee.
Penelope frunció los labios y la empujó hacia la puerta.
-¿No tenías que irte a casa?
-¡Me voy! ¡Me voy!
Y se fue.
Era bastante agradable estar de vuelta en Inglaterra, decidió Colin,
tomando un trago de un coñac francamente excelente.
En realidad era bastante raro que le gustara volver a casa tanto como le
gustaba partir. Dentro de unos meses, seis como máximo, le entraría
nuevamente el prurito de marcharse, pero por el momento, Inglaterra en abril
estaba fantástica.
-Es bueno, ¿verdad?
Colin levantó la vista. Su hermano Anthony estaba apoyado en la parte
anterior de su inmenso escritorio de caoba, moviendo su copa hacia él. Asintió.
-No me había dado cuenta de lo mucho que lo echaba de menos hasta
que volví. El ouzo tiene sus encantos, pero esto -levantó la copa-, es
celestial.
-¿Y cuánto tiempo piensas quedarte esta vez? -le preguntó Anthony,
sonriendo irónico.
Colin fue a ponerse junto a la ventana a fingir que miraba hacia fuera. Su
hermano mayor ni siquiera intentaba disimular su impaciencia con él por su
gusto de ver mundo. Y la verdad, no podía decir que no lo comprendiera. De
tanto en tanto resultaba difícil hacer llegar cartas a casa, por lo que seguro que
su familia tenía que esperar un mes o incluso dos para saber cómo estaba.