Prólogo

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Mi primer recuerdo se remonta a cuando tenía siete años. Estaba parada afuera de la choza donde vivíamos con mis padres y mis tres hermanos mayores. Era invierno, el viento soplaba con fuerza, arrojando ráfagas de nieve que me cubrían por completo y mi pequeño cuerpo no era capaz de controlar los temblores provocados por el frío.

Era mi turno de buscar comida para la familia. Mamá siempre decía que los niños podían conseguir más cosas que los adultos, apelando a la compasión de extraños por nuestra apariencia desaliñada. Sin embargo, ese día no conseguí nada. En este pueblo viven sólo familias en nuestra situación, apenas tienen lo suficiente para sobrevivir al crudo invierno ¿Cómo esperaba que llegara con comida para seis personas? Siempre pensé que ella quería deshacerse de mí, una boca menos que alimentar, un cuerpo menos que vestir, más espacio para los demás, así no tendría que verme ni escucharme, yo era una carga.

Mi madre enfureció esa noche porque, debido a mí, nadie cenaría, nos moriríamos de hambre porque fui una completa estúpida e inservible. Como castigo, me ordenó quedarme afuera de la choza hasta que el sol apareciera por el horizonte. No sé cuánto tiempo estuve allí, sin sentir los pies, empapada y temblando. Mis manos comenzaban a volverse azules, y recé para que mamá me dejara entrar a casa antes de que se me cayeran los deditos, anhelaba el calor de la chimenea y la comodidad de la ropa seca, porque el azul significa peligro, mis hermanos me enseñaron que, si mis dedos se ponen de ese color, marchitarán y se caerán, y yo no quiero perder mis deditos todavía...

Finalmente, mi hermano mayor, Jasha, me dejó entrar por la ventana de nuestro cuarto apenas nuestros padres se durmieron, el alcohol tardó en hacerles efecto, pero por hoy, ya no tendría que escucharlos gritar, estaba a salvo.

Mi familia era muy pobre, no teníamos agua caliente ni muchos recursos, solo pude ponerme algo seco, y acurrucarme con mis hermanos bajo las mantas de las camas que reunimos en el centro de nuestro cuarto para recuperar el calor, gracias a ellos, no perdí ninguna extremidad esa noche.

Mi último recuerdo con mi familia ocurrió a los catorce años. Mijail Volkov, líder de una organización de trata de personas, recorría la ciudad ofreciendo dinero a cambio de chicas jóvenes que ya hayan tenido su primera sangre. El hambre, el frío y la desesperación llevaron a muchas familias a entregar a sus hijas para sobrevivir.

Mi madre se sintió afortunada al escuchar la cantidad de dinero que le ofrecían por mí, y sin vacilar, me entregó a ese hombre, sin saber qué destino me esperaba, o quizá sí lo sabía, pero nunca se interesó realmente por mí.

Mis hermanos fueron los únicos que lloraron mi partida. Jasha, el mayor, prometió ir por mí, jurando llevarme lejos de ese infierno. Pero aprendí luego de años horribles y traumáticos que la esperanza es para los ingenuos, que nadie hará nunca nada por otros.

Cada uno busca su propia supervivencia, lo aprendí a la mala y no olvidé esa lección.

Han pasado tres años desde que caí en este maldito negocio de la trata de personas, vendida como prostituta a diferentes compradores en distintos países. Aprendí a hablar varios idiomas y a bailar para satisfacer a los clientes. Desde que fui rota a los catorce años, mi vida ha sido una pesadilla constante, y yo nunca fui la misma.

TÓMAME (CORREGIDO) +21Donde viven las historias. Descúbrelo ahora