NATASHA.
Gracias a la visita de la Bratva, los ánimos estuvieron un poco tensos en año nuevo, tanto, que nadie se atrevió a beber, Caesar y Alexei se la pasaron atentos toda la velada, los perros de ambos, nuestros hombres, se la pasaron patrullando tanto dentro como fuera de la propiedad, buscando indicios de algo que estuviera mal, y los demás intentamos hacer ver a los niños que nada sucedió y podían divertirse sin temer a las consecuencias.
Afortunadamente la Bratva aprendió la lección, no creo que quieran ser abiertos como cerdos por Alexei, no por nada le dicen Alexei el despiadado, mi padre no se va con rodeos, mataría al que tenga que matar si es para proteger a su familia y a sus hombres, eso es lo que admiro de él, capaz de mantenerse en pie sin importar el escenario, su voluntad es impresionante, su fortaleza es digna de ser venerada, y es por eso que ahora es el jefe de la Bratva, por fin los rusos dejarán de ser un problema.
Y en cuanto a este viaje... llegó a su fin, y es hora de hacer las maletas para regresar a casa.
— Natasha, cariño, ven conmigo un momento.
Mencionó Alexei, inclinando medio cuerpo dentro de la habitación mientras Caesar y yo hacíamos las maletas.
Levanté la cabeza, confundida, mirando a mi hombre antes de caminar hacia mi nuevo padre, viéndolo sonreír y rodearme los hombros con cariño, haciéndome caminar por el pasillo de su enorme casa hacia la planta baja.
— ¿Dónde vamos?
— Dónde estemos tranquilos, necesitamos hablar.
— ¿Hablar de qué, Alexei?
Rodó los ojos, abriendo la sala de música para hacerme entrar primero antes de cerrar tras él.
— ¿En qué quedamos, mocosa?
La que rueda los ojos ahora soy yo, mientras me dejo caer en el sofá con los brazos cruzados, mirando al dolido hombre rubio que se acerca a mí.
— Papá ¿Podrías decirme qué es lo que pasa?
Sonrió tomando asiento a mi lado. Dejé que pasaran los segundos, viendo cómo su sonrisa se desvanece poco a poco hasta que la tristeza y la nostalgia cubrió sus facciones.
ESTÁS LEYENDO
TÓMAME (CORREGIDO) +21
RomantizmNatasha tenía catorce años cuando su madre la vendió para sobrevivir a los crudos inviernos de Rusia junto a sus adorados hijos varones. Tres años pasaron como una pesadilla, viajando de país en país, de jefe en jefe, aprendiendo cómo ser más apetec...