16

400 58 19
                                    

Un bufido de frustración escapó de los labios de la castaña, resonando desde lo más profundo de sus pulmones. En un acto impulsivo, agarró el papel del lienzo que tenía frente a ella y lo rasgó con violencia, desgarrándolo en pequeños pedazos. Con manos decididas, recogió los fragmentos y los comprimió en una bola grande antes de lanzarlos con rabia hacia el cesto de basura.

La habitación estaba cubierta de hojas de papel dispersas por todo el suelo. Algunas estaban arrugadas, otras hechas bolitas y algunas más desgarradas en pedazos. Lo curioso era que todas las hojas compartían algo en común: la silueta de una persona con cabello negro. Desde aquel incidente con la acupuntura, Mikazuki había estado experimentando recuerdos borrosos y lagunas mentales relacionadas con su madre.

La figura parecía ser de tez blanca, con una melena larga y negra. Hebihada solo podía plasmar la silueta, sin poder recordar el rostro en absoluto. Con la punta del lápiz, comenzó a rascar su cabeza, tratando de aliviar su frustración. Se sentó en la silla detrás de ella, observando el gran lienzo en blanco que tenía enfrente.

El rostro de su madre era borroso, como un reflejo empañado en un espejo. A pesar de eso, la chica sentía una extraña y poderosa necesidad de plasmarla en el papel. Se levantó de su asiento, esta vez más decidida que nunca, y comenzó a esbozar el contorno de la figura en el lienzo.

La chica comenzó trazando círculos guía para el cráneo, marcando las líneas que le permitirían ubicar las facciones. Borraba y corregía errores a medida que avanzaba, y poco a poco su boceto comenzó a cobrar forma, esculpiendo un retrato. Luego, tomó un pincel y lo sumergió en la pintura negra, comenzando a trazar los mechones largos de cabello.

Fue solo cuestión de tiempo hasta que finalmente terminó de dibujar la imagen. Sin embargo, una vez más, se dio cuenta de que la silueta carecía de rostro. Frustrada, se dio una palmada en la cara, tratando de encontrar una solución. En ese momento, un toque en la puerta la sacó de su burbuja.

-"Adelante..."- dijo indiferente, sin importarle quien estuviera del otro lado.

La puerta se abrió, permitiendo que la figura de Geto se deslizara en la habitación. Vestía sus característicos pantalones negros holgados y una camisa blanca de manga larga. Su cabello caía en cascada sobre sus hombros. Cuando sus miradas se encontraron, él sonrió amablemente.

Geto se acercó a ella, mientras en su camino observaba el desorden de papeles esparcidos por el suelo y las manchas de pintura seca que adornaban el suelo, creando un caos de blanco y negro. -"¿Estás pintando?"- preguntó con curiosidad.

La chica frunció ligeramente el ceño ante la pregunta tan obvia. Tenía papeles esparcidos por todas partes y la pintura manchaba sus ropas y el suelo de manera evidente. "¿Tú qué crees?" pensó molesta, negando con la cabeza para disipar esos pensamientos de liberar su ira en él.

-"Sí..."- finalmente respondió.

Suguru alzó una ceja ante la respuesta cortante de la chica, pero decidió tomar asiento en la silla cercana. Cruzó los brazos y observó detenidamente el retrato. Su curiosidad se despertó al darse cuenta de que la figura carecía de rostro. No pudo evitar preguntarle a la chica sobre ello, a lo que ella contestó que era una figura que había visto en una especie de recuerdo.

-"¿Te refieres a lo de la acupuntura?"- preguntó Suguru mientras ladeaba la cabeza, mostrando su conocimiento sobre el tema.

La chica se giró sorprendida, con las cejas alzadas. ¿Cómo era posible que él supiera eso? -"¿Cómo es que lo sabes?"- indagó con sorpresa en su voz.

-"Haibara me contó"- comentó, mientras giraba la silla al revés para sentarse nuevamente y apoyar los brazos en el respaldo. Recargó su mentón en sus brazos -"También me contó cómo intentó ayudarte cuando perdiste el control y le diste una patada en las bolas"- dijo con una media sonrisa.

URÓBORO || Geto SuguruDonde viven las historias. Descúbrelo ahora