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Suguru se encontraba en el jardín de la escuela, cerca de los dormitorios. Después de la agotadora noche anterior y el quiebre mental que había experimentado, le resultó imposible conciliar el sueño. El frío ambiente de la mañana le erizaba la piel, mientras los tenues rayos del sol apenas tocaban el suelo y una ligera brisa envolvía su entorno.

El invierno estaba a punto de llegar, despidiendo al otoño en pocos días. Suguru abrazó sus rodillas en un intento de darse algo de calor, frotando sus manos mientras suspiraba con pesadez. Cada exhalación se convertía en una nube de neblina en el aire frío. No tenía fuerzas para regresar a su habitación a buscar un abrigo, y tampoco quería estar allí por un tiempo después de lo que había ocurrido.

Se sentía vulnerable y desorientado, sin saber cómo enfrentar las consecuencias de sus acciones. Estar en su habitación solo le recordaría lo sucedido y le resultaba abrumador. Por el momento, prefería estar al aire libre, tratando de encontrar algo de paz y claridad en medio de la naturaleza.

Suguru sintió cómo una manta caía sobre su tembloroso cuerpo, desconcertándolo por un momento. -"Te vas a resfriar si no te abrigas un poco"- Levantó la mirada hacia la fuente de la voz y se encontró con los ojos color miel de Hebihada. La chica lo miraba desde arriba, con las manos metidas en los bolsillos de su chaqueta. Su cabello suelto se mecía suavemente por la brisa de la mañana.

-"Pensé que no había nadie en la escuela..."- murmuró Suguru con inquietud. -"Acabo de llegar, hace como una hora"- comentó la castaña. Su mirada viajó hacia las vendas que envolvían los fornidos antebrazos del chico; las vendas tenían algunos rastros visibles de sangre. Sus cejas se fruncieron ante la vista.

Suguru notó dónde estaba la mirada de la chica y, avergonzado, dejó de mirarla. Discretamente, escondió sus brazos dentro de la manta que ahora envolvía su cuerpo. Cerró los ojos con fuerza, preparándose para ser señalado, juzgado y reprendido por su actitud. Pacientemente, esperó a que la chica dijera algo acerca de sus heridas.

- "¿Ya desayunaste?" - La pregunta de la chica hizo que Geto abriera los ojos y se girará para mirarla. Tenía una expresión de sorpresa en su rostro. -"¿Cómo?"- preguntó incrédulo. Esperaba cualquier tipo de represalia, pero no esto. -"Que si ya desayunaste"- repitió la chica, soltando una ligera risa. La reacción de Geto le pareció graciosa.

Suguru parpadeó varias veces. -"N-no"- tartamudeó un poco al responder. Hebihada simplemente sonrió -"Venga, vamos adentro, prepararé algo para los dos"- propuso con una dulce voz. Geto observó cómo la chica se giró sobre sus talones y caminó dentro del edificio. Él aún seguía sentado en el jardín. Mikazuki se giró para verlo y le hizo un gesto para que la siguiera. Sin decir nada, Geto se levantó y comenzó a seguirla.

Juntos ingresaron a la sala principal donde estaban los dormitorios. Era un área destinada para que los estudiantes descansarán después de una larga jornada. El lugar incluía una pequeña cocina equipada con todo lo necesario para que los estudiantes pudieran cocinar sus meriendas. Mikazuki decidió abrir la nevera y buscar en ella los ingredientes perfectos para su desayuno.

-"¿Te parece bien si preparo tamagoyaki?"- preguntó la castaña mientras contaba los huevos necesarios para elaborar el platillo. -"Me parece bien..."- contestó el chico mientras observaba los movimientos de su compañera. No quería quedarse parado sin hacer nada, así que decidió acercarse para ayudarla.

Suguru detuvo sus movimientos cuando intentó pasarle un tazón; las heridas seguían frescas y cualquier movimiento provocaba ardor y dolor. Llevó ambas manos a sus antebrazos, frotando suavemente sobre las vendas para aliviar un poco el dolor. -"Estoy bien, puedes sentarte mientras yo preparo el desayuno"- expresó Hebihada mientras organizaba su área de trabajo.

URÓBORO || Geto SuguruDonde viven las historias. Descúbrelo ahora