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Mikazuki se afanaba en recoger los objetos dispersos de su campamento improvisado, sumida en la rutina de misiones interminables. Sin embargo, esta tarea en particular había sido escogida personalmente por ella, no motivada por un propósito definido, sino simplemente para mantener su mente ocupada.

-"Haibara, dile al idiota de lentes que asumiré esta misión"- expresó la joven, tomando uno de los muchos documentos sobre el escritorio.

Haibara, casi por instinto, se enderezó y llevó la palma de su mano a su frente, saludando con gesto militar. -"¡A sus órdenes!"- respondió con una sonrisa.

La joven dejó escapar un suspiro, girándose para encontrarse con un albino que rebuscaba en su mochila en busca de algún dulce.

-"Pensé que Haibara te había informado que me encargaría de esta misión. ¿Por qué estás aquí?"- dijo, arrebatándole la mochila de las manos a Gojo.

Este frunció el ceño. -"Él me lo dijo, pero no pensé que en realidad lo harías"- respondió, sacudiéndose el polvo de las manos.

La castaña terminó de guardar todas sus pertenencias y comenzó a buscar en un mapa la última ubicación conocida de la maldición. La voz del chico la sacó de su concentración.

-"Dejemos las cosas claras. No te interpondrás en mi camino, yo no me interpondré en el tuyo y no nos dirigiremos la palabra a menos que sea imprescindible. ¿De acuerdo?"- dijo con seriedad, antes de comenzar a caminar.

Hebihada simplemente suspiró, no estaba de humor para tener otra de sus habituales peleas con Satoru. Comenzó a seguirlo desde atrás, manteniendo una distancia prudente. El chico lideraba el camino, abriéndose paso por el bosque con sus largas piernas que devoraban terreno rápidamente, sin molestarse en mirar hacia atrás para comprobar si la chica estaba siguiendo sus pasos.

-"Sabes que no tenías por qué aceptar esta misión"- dijo el chico, rompiendo el silencio que se había instalado entre ellos.

-"Pensé que solo nos dirigiríamos la palabra si era realmente necesario"- respondió la chica, mirándolo desde atrás.

Gojo bufó, rodando los ojos ante su propia incongruencia. -"Solo digo que puedes tomarte un descanso, no vas a recibir palmaditas en la espalda por trabajar hasta colapsar"- contestó, manteniendo su mirada fija hacia adelante.

Mikazuki aceleró el paso, caminando al lado de él. -"No lo estoy haciendo para recibir elogios, comencemos por ahí"- replicó, girando su mirada hacia él. -"Y las razones por las que lo estoy haciendo no son asunto tuyo"-

Gojo le devolvió la mirada con la misma intensidad. -"Tienes razón, no es mi asunto. Pero es bastante obvio que si estás haciéndolo hasta el punto de caer exhausta, debe de haber algo importante que estás tratando de olvidar"-

El albino notó cómo un ojo de la chica tembló ante su respuesta, lo que le hizo sonreír con satisfacción. Había tocado una fibra sensible.

Mikazuki volvió a establecer una distancia, caminando más lento para que él se adelantara. Jamás admitiría que había verdad detrás de sus palabras.

Ambos continuaron caminando a una distancia prudente por un par de minutos, hasta que Gojo se detuvo de repente, girándose sobre sus talones para observar a su alrededor. Sus ojos escaneaban en busca de la presencia que había percibido.

Observó a su alrededor hasta que su mirada se posó en la chica, lo que lo hizo suspirar con molestia. La extraña energía maldita que ella emitía perturbaba sus sentidos, y la castaña captó de inmediato lo que estaba ocurriendo.

-"Si estás sintiendo algo extraño, probablemente sea mi energía maldita"- dijo la chica, observando sus uñas con despreocupación.

-"¡Sé que es tu energía maldita, idiota! Interfiere con mis sentidos, lo que dificulta saber quién o qué está cerca"- exclamó Gojo con creciente enojo, sus ojos escudriñando el entorno una vez más.

URÓBORO || Geto SuguruDonde viven las historias. Descúbrelo ahora