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—"Ya te dije que debemos esperar al asistente"— habló el rubio con un tono de voz molesto.

—"Han pasado dos horas desde que lo estamos esperando, se suponía que él debería estar aquí primero"— contrarrestó el castaño —"No podemos regresar a buscarlo, además, es un lugar muy aislado. Dudo que alguien nos vea"—

El rubio cruzó los brazos en señal de impaciencia y miró alrededor con frustración. La espera se había vuelto interminable y sus nervios estaban a flor de piel. El castaño, por su parte, trataba de mantener la calma y encontrar una solución lógica a su situación.

Haibara y Nanami estaban discutiendo sobre qué deberían hacer. Tenían la esperanza de que el asistente los encontrara en la residencia, pero no había ni rastro de él. Nanami, siempre meticuloso, no veía con buenos ojos comenzar la misión sin un velo adecuado para ocultar su identidad. Por otro lado, Haibara argumentaba que ya habían invertido demasiado tiempo en llegar a esa ubicación como para echarse atrás por algo tan simple como un velo.

Mientras los chicos discutían, Hebihada había regresado de su inspección alrededor del lugar en busca del asistente. Se detuvo frente a la residencia, extendiendo su mano con los dedos índice y medio levantados. Pronunció las palabras para conjurar el velo y, rápidamente, el ambiente cambió, envolviéndolos en una esfera con tonos más oscuros.

Los chicos quedaron sorprendidos y antes de que pudieran articular palabra, ella levantó la identificación del asistente, la cual tenía rastros de sangre. —"Si tenemos suerte, lo encontraremos con vida"— dijo antes de adentrarse en el velo. Los chicos se mantuvieron en silencio y simplemente la siguieron.

Al adentrarse en el velo, el ambiente se volvió opresivo y sombrío. La residencia se extendía imponente frente a ellos, pero marcas de vandalismo, grafitis y destrucción invadían el lugar. Envolturas de comida desperdigadas y objetos de campamento estaban por doquier. Los jardines, una vez exuberantes y coloridos, ahora estaban marchitos y desolados, con plantas y árboles secos y marchitos. Los estanques, antes llenos de vida, estaban completamente secos y abandonados.

El trío avanzó con cautela, sintiendo la tensión en el aire mientras exploraban cada rincón en busca de pistas sobre el asistente desaparecido y cualquier indicio relacionado con la maldición que acechaba el lugar. Con el objetivo de cubrir más terreno, decidieron separarse temporalmente y buscar en todos los rincones del lugar, sin obtener resultados.

Sin embargo, a medida que avanzaban, sus pasos los llevaron hacia un imponente edificio que destacaba entre todos los demás en tamaño y presencia.

Los tres se detuvieron frente a la imponente puerta, sintiendo una mezcla de curiosidad e indecisión. Los chicos no estaban seguros si debían abrir la puerta, pero la castaña, impulsivamente, no dudó en girar el picaporte y abrir rápidamente la puerta, adentrándose en el lugar. Los chicos, sin más opción, se vieron obligados a seguirla.

Al entrar al gran edificio, el ambiente se volvió aún más opresivo, la tensión se palpaba en el aire y una ola de calor envolvió a los tres. Hebihada intentó encender las luces, pero sus intentos fueron en vano. La oscuridad reinaba en el lugar, sin rastro de electricidad.

—"Será mejor que deje la puerta abierta, ¿no? El calor está siendo sofocante"— dijo el castaño con una risa nerviosa, tratando de aliviar la tensión en el ambiente. Sin embargo, cuando se volteó para abrir la puerta, se encontró con la sorpresa de que esta había desaparecido por completo.

Nanami frunció el ceño, perplejo y frustrado, tocó la pared de madera donde momentos antes había una puerta. —"¿Qué demonios está sucediendo aquí?"— exclamó con frustración.

Ante la falta de una salida clara, Nanami decidió tomar el control de la situación. Sacó de su mochila un par de linternas y las entregó a su equipo. El trío encendió sus propias linternas, iluminando un poco el lugar y disipando parte de la oscuridad que los rodeaba.

URÓBORO || Geto SuguruDonde viven las historias. Descúbrelo ahora