2

778 96 14
                                    

Suguru cerró la puerta detrás de él, quedando inerte en la entrada de la habitación.

¿Qué acaba de pasar? Se preguntó a sí mismo. La breve interacción y conversación no superaron los 10 minutos, pero sintió como si un poco del peso que cargaba en sus hombros se hubiera liberado. ¿Kintsugi? Volvió a pensar. ¿Cómo carajos aplicaría eso en él? No, esa no era la verdadera incógnita. ¿Quién demonios era ella?

Geto comenzó a caminar hacia su cama y se dejó caer en ella. Su mente daba vueltas y vueltas en torno a la identidad de la chica, Hebihada Mikazuki. Intentaba recordar dónde había escuchado o leído ese nombre alguna vez, pero no llegaba a nada.

¿Quién era? ¿Cómo sabía de su situación? Recordó que no la vio con el uniforme de la escuela, entonces no era estudiante. Pero, ¿Cómo entró a la escuela? La seguridad era muy alta. Al hacer un poco más de memoria, se percató de que no sintió una gran cantidad de energía maldita emerger de ella; era bastante tenue. Entonces, era una hechicera, por lo menos de un rango menor.

¿Me conocerá? Estaba al tanto de su situación, así que era una posibilidad. Bueno, ¿Quién no conocería al gran Suguru Geto? Pensó con arrogancia. Sacudió la cabeza mientras reía por lo bajo. Parece que no era tan diferente de Gojo. Llevó una de sus manos para deshacer su moño, ya que comenzaba a dolerle la cabeza. Sus mechones rebeldes comenzaron a caer hasta llegar un poco debajo de sus hombros, y su flequillo sufrió el mismo destino, cayendo en su cara y cubriendo uno de sus ojos. Suguru Geto era un ser hermoso.

Llevó el flequillo de su cara hacia arriba, descubriendo su frente. Gotas de sudor comenzaron a juntarse en su frente; toda esta situación lo llevó a sentirse abrumado, incrementando la temperatura de su cuerpo. Hacía calor. Las gotas rebeldes de sudor comenzaron a recorrer toda su cara hasta llegar a su barbilla, que comenzó a gotear.

-"¡Mierda!"- exclamó irritado.

Se levantó para dirigirse a uno de sus muebles y sacar un pequeño ventilador. Lo conectó y lo puso en una posición de manera que el aire llegara hasta la cama. Una vez puesto, volvió a sentarse en su cama, recibiendo el aire fresco de golpe en su cara. Levantó un poco la cabeza y cerró los ojos, dejando de vista su manzana de Adán. Dejó que el aire se llevara consigo todas las incógnitas y tomó este momento para relajarse un poco.

Su paz se vio interrumpida por una llamada, y decidió ignorarla. Por un momento, estaba sintiéndose relajado, el teléfono dejó de sonar. Suspiró con alivio, decidido a seguir en su burbuja de tranquilidad, pero nuevamente explotó al sonar otra llamada entrante. Con un bufido, se dirigió a pasos rápidos al mueblecillo al lado de su cama y miró la hora en el reloj; eran las doce de la mañana. ¿Quién demonios lo llamaría a esa hora? Prendió el teléfono frustrado, quería ver quién osaba interrumpir su paz. Sus ojos se abrieron al mirar la pantalla de su teléfono: 'Mamá'.

Tragó saliva y presionó el botón para contestar, llevando el teléfono cerca de su oreja. Antes de que pudiera hablar, la otra persona cortó rápidamente.

-"¡Suguru, hijo mío!"- exclamó su mamá; Suguru parpadeó confundido.

-"¿Mamá?, ¿Pasa algo?" respondió inquieto.

-"Suguru, cariño, ¿Pasa algo? Llevas semanas sin llamar a tu padre o a mí..."- su voz se escuchaba deprimida -"ni siquiera nos has visitado, mi niño, ¿Qué te pasa?"- preguntó con su voz temblorosa.

Suguru se quedó en silencio un par de segundos, sin saber qué responder. Es cierto, no ha llamado a sus padres en semanas ni siquiera los ha visitado como solía hacerlo los fines de semana después de la escuela. La culpa comenzó a invadirlo una vez más.

-"Mamá, yo..."- antes de terminar, se escuchó como alguien tomó el teléfono de las manos de su madre en la otra línea.

-"¿Suguru?"- preguntó una voz masculina; era su padre. -"Suguru, tu madre y yo estamos muy preocupados por ti, ¿Algo ha pasado en tus misiones? ¿Estás herido?"- tristeza era lo único que se identificaba en sus voces. Sus padres anhelaban una respuesta acerca de su abandono prematuro. Todo iba bien hace unos meses, ¿Qué ha pasado?

-"Hijo, sabemos que no entendemos todo eso de la hechicería o maldiciones, pero..."-

-"Estoy bien, papá"- cortó Suguru. Se escuchó un suspiro de su padre al otro lado de la línea, y su madre volvió a tomar el teléfono.

-"¿Estás seguro, cariño? No te escuchas tan convencido"- preguntó indecisa.

-"Sí, mamá"- respondió rápidamente, pero tardó unos segundos en formular una mentira creíble -"Estoy bien, solo que he tenido bastantes misiones estas últimas semanas y no me da tiempo de descansar. Es agotador que tu hijo sea uno de los más fuertes"- añadió con tono divertido para aligerar la tensión. Su madre soltó una risita.

Suguru pudo escuchar cómo su madre le susurraba a su padre: "Ves, te lo dije, Suguru solo está cansado. Él no nos abandonaría". El estómago de Suguru se hundió con este último comentario, sintiendo náuseas que pudo controlar.

-"Está bien, hijo, confiamos en lo que nos dices. Cuídate mucho, recuerda llamar a tu madre más seguido"- dijo su padre con tono autoritario. Suguru respondió con una afirmación. Su madre comenzó a enviar besos al teléfono.

-"Suguru, mi niño, ¡te amamos!"- dijo alegre.

-"Y-yo también"- balbuceó Suguru, esperando a que sus padres colgaran.

Una vez que sus padres colgaron, Geto sintió cómo las arcadas le subían por la garganta. Sin pensarlo dos veces, lanzó su celular lejos, sin importarle dónde cayera, y cubrió su boca con ambas manos, tratando desesperadamente de contener el torrente de emociones que lo abrumaba. Pequeñas lágrimas escaparon de sus ojos, rodando por sus mejillas como cascadas, siendo sus lágrimas los únicos testigos de su sufrimiento. Se sentía miserable, un ser despreciable. En su garganta, el sabor amargo y repugnante de la desesperación se mezclaba con la sensación nauseabunda que acompañaba a cada maldición que consumía.

Con un esfuerzo desgarrador, tragó el nudo en su garganta, sintiendo cómo la repulsión se retorcía en su estómago. Era asqueroso, una constante recordatoria de su propia debilidad y fracaso. Agarrando una botella de agua con manos temblorosas, la vació en segundos, dejando que el líquido fresco y purificador arrastrara consigo los restos de su tormento.

El agua le provocó una tos frenética; una vez que la tos cesó, se dejó caer exhausto sobre la cama, con el pecho subiendo y bajando al ritmo agitado de su respiración. El sonido de su respiración resonaba en la habitación.

Le tomó varios minutos recomponerse. Exhausto, cubrió sus ojos con las manos para evitar que las lágrimas volvieran a brotar, reprimiendo los sollozos que amenazaban con escaparse. La habitación se llenó de lamentos mientras las lágrimas caían velozmente por su rostro, mojando las sábanas. El sabor salado inundó sus labios, su garganta ardía.

Se acomodó mejor en la cama, abrazando sus piernas mientras seguía llorando. Después de un tiempo, los sollozos cesaron, dejando solo el sonido de su tranquila respiración. Mechones de cabello pegados a su frente, ojos hinchados y rojizos, la boca ligeramente abierta y el pecho subiendo y bajando en un ritmo tranquilo. Se había quedado dormido.

Parecía que la única manera en que Suguru Geto podía encontrar paz era mientras dormía.

URÓBORO || Geto SuguruDonde viven las historias. Descúbrelo ahora