Solo existía una persona capaz de viajar entre universos y realidades: Hebihada Mikazuki, una Chamana de grado especial. Su único objetivo era salvar a Suguru Geto del camino que había tomado. Se le había concedido una última oportunidad, ¿Será capa...
-"Psss, Nanami"- susurró un castaño. El rubio dirigió su atención hacia su amigo. -"¿No crees que Hebihada-chan está un poco... alterada?" - preguntó Haibara, mostrando preocupación por la mencionada.
-"¿Por qué piensas eso?" - preguntó Nanami, cuando de repente un cuchillo voló en su dirección, incrustándose en la pared detrás de él. El cuchillo quedó a centímetros de su mejilla izquierda.
Nanami, con los ojos abiertos de par en par por la sorpresa, observó el cuchillo clavado en la pared detrás de él, a escasos centímetros de su mejilla. Se mantuvo inmóvil por un momento, intentando procesar lo que acababa de suceder.
-"Ahh... por eso..."- suspiró el rubio con pesadez. Hebihada estaba exorcizando maldiciones de una manera brutal y salvaje. Su respiración agitada y sus movimientos bruscos le daban escalofríos al castaño. La ira se podía apreciar cada vez que empuñaba sus dagas y las clavaba en las maldiciones, haciendo que estas huyeran despavoridas. Ante esta escena, el dúo se preguntaba: ¿Quién es el verdadero monstruo aquí?
-"Bueno... sí parece estar un poco alterada, pero mientras siga haciendo su trabajo, no me importa" - dijo Nanami encogiéndose de hombros. Haibara negó con la cabeza, visiblemente molesto por la apatía de su compañero. -"Le preguntaré qué le sucede..." - dijo Haibara con cierto temor. Nanami le deseó suerte.
Haibara se acercó con cautela, tratando de no sorprender a la chica. No quería que un cuchillo volara directamente hacia su frente. -"¿Hebihada-chan...?" - llamó con una voz nerviosa. La castaña se giró al oír su nombre, mostrando una expresión totalmente hostil. Su ceño fruncido era profundo, sus labios formaban una línea recta y sus ojos parecían cortar metal.
Haibara se rascó la nuca con nerviosismo, tratando de calmar su temor. -"¿E-estás bien?" - preguntó con voz temblorosa. Hebihada suavizó su gesto, soltando un largo suspiro que parecía llevar consigo todas sus frustraciones. -"Estoy bien, solo estoy un poco estresada"- respondió finalmente, disculpándose con el dúo por su comportamiento y por haber acabado con todas las maldiciones.
-"No te preocupes, me acabas de ahorrar la molestia de trabajar"- dijo el rubio mientras se acercaba a sus compañeros. El sonido de un cascabel repentinamente rompió el silencio, capturando la atención del trío. Una pequeña serpiente emergió de los arbustos.
-"Mira, Hebihada-chan, ¡un pariente tuyo!" - exclamó el castaño, intentando hacer una broma. -"¿Entiendes? 'Hebi', serpiente. Como tu apellido, y tus colmillos... bueno, mejor me callo"- agregó, dándose cuenta de que su intento de humor había fallado.
Hebihada miró al castaño con una expresión vacía, sin reaccionar ante la repetitiva broma sobre su apellido y las serpientes. La sensación de ser perseguida por ese maldito animal parecía no tener fin. Suspiró con pesadez, sintiendo el peso de la incomodidad en el ambiente. Nanami, por su parte, tomó la iniciativa y guió el camino de regreso al colegio.
Una vez que los chicos se alejaron lo suficiente, Hebihada fijó su mirada en la serpiente una vez más, sintiendo una mezcla de repulsión y rabia. Le lanzó una pequeña navaja, que se incrustó con violencia en la cabeza del animal. La sangre brotó de la herida, formando un rastro escarlata mientras la serpiente se retorcía en agonía. Sin inmutarse, ella siguió su camino, siguiendo a sus compañeros.
Ese animal estaba enraizado en su apellido, en su apariencia y en el tatuaje de su técnica maldita, como si las serpientes fueran una parte inseparable de su existencia.
Odiaba a las serpientes con cada fibra de su ser
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