Max
—Muchas gracias por venir. —La madre de Grant me envuelve con un abrazo perfumado de lilas que me lleva a mi juventud. Un vestido negro abraza su
figura agradablemente regordeta, y se complementa con un collar en forma de cruz dorada y ojos llorosos.
El lugar está repleto, multitudes de visitantes se dirigen hacia el cuerpo sin vida del padre de Grant en la parte delantera de la iglesia, con su ataúd rodeado de cien arreglos florales y lirios de paz en maceta.
Si tengo la mitad de la concurrencia a mi funeral moriré como un hombre afortunado.
—Oh, quería que tuvieras uno de estos. —Se acerca a una mesa detrás de ella y recoge una flor blanca y azul, poniéndola en la solapa de mi chaqueta con manos temblorosas—. Ahí lo tienes. Eras como un segundo hijo para él. Mereces ser reconocido como tal.
—Gracias, Georgette.
Michael "Big Mike" Forsythe era un hijo de puta duro de pelar que habría hecho cualquier cosa por cualquiera. Había sobrevivido a dos lesiones en la espalda de su carrera como capataz de construcción. Un accidente de barco cuando era adolescente. Un encuentro con un cáncer de pulmón en etapa temprana. Y una embolia pulmonar hace diez años. Pero, al final, un ataque al corazón que creó una viuda lo llevó a dormir a los sesenta y tres años, dos meses después de jubilarse.
—Siento mucho su pérdida —le digo—. Realmente lo voy a extrañar.
La culpa me roe las entrañas. Debería haber pasado más tiempo con ellos. De pequeño pensaba en ellos como mis segundos padres mientras deseaba en secreto que fueran mis primeros y únicos.
Se limpia una lágrima antes de pasar su mano por mi brazo.
—Yo también.
—¿Cómo está Grant? —Solo llevo aquí unos minutos, pero aún no me he encontrado con él. Cuando me llamó hace dos días y me dio la noticia, sonaba entumecido y toda la llamada duró menos de sesenta segundos antes de que dijera que tenía que irse.
Sus delgados labios se presionan.
—Está tratando de mantenerse firme. Ya sabes cómo es.
—Sí, lo sé.
—La última vez que lo vi estaba en la biblioteca de la iglesia hablando con nuestro pastor. —Señala un pasillo a la izquierda—. Sergio está con él.
¿Ya lo conociste?
No sé cómo responder a esa pregunta de manera concisa y sin complicaciones, así que sacudo la cabeza.
—Oh, Max, es la persona más amable del mundo. —Georgette se agarra el corazón, con un pañuelo arrugado en su mano—. Lo vas a amar.
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The Best Man
RomanceNo sabía su nombre, pero escuché su risa, probé sus labios, sentí su cálida piel cuando la sostuve en mis brazos. Juntos veíamos a nuestros niños jugando en la arena, con el océano caliente lamiendo la orilla detrás de ellos mientras el sol poniente...