Max
Sergio aparece poco antes de las once de la mañana del sábado. —¿Vamos a dar un paseo? Es un día hermoso.
También es hermoso mi apartamento, y el crédito es todo suyo.
No se equivoca. Es un buen día de octubre. Un clima fresco. No hay demasiada brisa. Los árboles son del color de las aceitunas y el óxido y oro bruñido, pintando pintorescos retratos otoñales en todas las avenidas.
—Bien —bromeo con un guiño cuando tomo una chaqueta y me pongo un par de zapatillas... como el señor Rogers, aunque soy un poco más sexy, si puedo decirlo yo mismo.
Pongo el libro a un lado y cierro con llave al salir.
En el momento en que llegamos a la acera la brisa me trae su perfume, dulce y oscuro a la vez.
—¿Qué piensas de la vida en la ciudad hasta ahora? —pregunto mientras nos dirigimos al norte, con las manos en los bolsillos, avanzando a pasos agigantados.
—Definitivamente es diferente a venir una vez al mes —dice—. Pero también es todo lo que esperaba y más. A veces siento que soy un personaje que vive una fantasía.
—Le estás dando más crédito del que merece a este lugar. No es tan
encantador.
—Díselo a mi adolescente interior, que no puede dejar de caminar por el apartamento de Maya como si fuera Carrie Bradshaw. —Se ríe en voz baja y coloca detrás de una oreja un mechón perdido, revelando un solo hoyuelo.
—¿Quién es esa?
Me echa un vistazo.
—Por favor, dime que estás bromeando. Niego con la cabeza.
—Carrie Bradshaw —dice el nombre con más fuerza—. Sexo en Nueva York...
Encogiéndome de hombros, niego con la cabeza una vez más.
—Vas a tener que ser más específica que eso.
—Era una serie de hace unos veinte años. Mis hermanas me dejaban verla cuando probablemente era demasiado joven —digo—. Era sobre estas cuatro mejores amigas que vivían en Manhattan y tenían unas locas vidas amorosas.
—Ah. —Recuerdo un puñado de vallas publicitarias por la ciudad y el ocasional autobús turístico que mostraba cuatro mujeres de mediana edad vestidas con ropa anticuada—. Creo que ahora sé de qué estás hablando.
—Te diría que te dieras un maratón, pero algo me dice que no es tu tipo de serie.
—En realidad no veo la televisión.
—Oh. —Pone los ojos en blanco, aunque tengo la sensación de que está bromeando—. Eres uno de esos.
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The Best Man
RomanceNo sabía su nombre, pero escuché su risa, probé sus labios, sentí su cálida piel cuando la sostuve en mis brazos. Juntos veíamos a nuestros niños jugando en la arena, con el océano caliente lamiendo la orilla detrás de ellos mientras el sol poniente...