SergioLos números no mienten.¿Pero los hombres como el que está a mi lado? ¿Con ojos azules iridiscentes, una mandíbula tan afilada que podría cortar diamantes y hombros cubiertos de músculos en los que enterrar las uñas mientras se mueve en las partes más profundas de ti?
Ellos mienten.
Mienten todo el tiempo.
Especialmente en bares de paso en Hoboken como este.
Me dijo su nombre, pero ya lo he olvidado. Los hombres como él no tienden a dar sus nombres reales, así que no tiene sentido recordarlos.También me dijo que era de Manhattan, y que una vez al mes renta un auto un fin de semana para poder salir de la ciudad, respirar algo de aire fresco y escucharse pensar.
Suena inventado.
Una historia que le dices a cualquiera para impresionarlos, para hacerlos pensar que eres profundo.
Diferente.
Especial.
Si tuviera que imaginármelo, tiene una esposa y un bebé en los suburbios. Ridgewood o Franklin Lakes. Quizás su vida sexual no sea lo que solía ser. Quizás la vida en familia no era lo que esperaba. En mi mente lo he imaginado empacando una pequeña maleta, dándole un beso de despedida a su familia, subiendo a su lujoso auto y transportando su trasero a un pequeño bar donde nadie los conozca a él ni a su estatus marital.
Echo un vistazo a su mano izquierda.
Está demasiado oscuro para ver una marca de anillo de bodas.
—¿Cuánto tiempo estás en el pueblo? —Se inclina hacia adelante cuando me habla, con su voz suave como terciopelo y enviando un rocío de escalofríos a lo largo de mi cuello. El más débil indicio de loción para después de afeitar emana de su cálida piel. Con un toque de divertir y mística, lo disfruto. Pero no le digo eso. Si lo halago pensará que consiguió un "bocado" e intentará aprovecharse.
No quiero ser atrapado. No quiero ser aprovechado.
Quiero disfrutar de mi copa de vino, quizás dar un paseo por la cuadra,y luego volver a mi habitación de hotel, ponerme una mascarilla de carbón y caer dormida con Seinfeld en la pantalla de mi televisión.
—No mucho —le digo, evitando el contacto visual por un mundo de razones, la mayoría siendo el hecho de que él es el extraño más hermoso(físicamente hablando) que me ha invitado a una bebida y, cada vez que me permito disfrutar de eso, pierdo el tren de mis pensamientos—. Un par de días más.
—Lo mismo. —Toma un sorbo de su bebida, algo ámbar en un vaso de cristal. El tipo de licor que saboreas gota por costosa gota, del tipo que note apresuras a terminar—. ¿Dónde dijiste que trabajabas?
—Phoenix. —Me aclaro la garganta. Nada peor que un hombre que hace preguntas pero no se toma el tiempo de escuchar.
—No, recuerdo esa parte. —Me demuestra que me equivoco—. Me refiero a ¿dónde? ¿Qué compañía?
—La Firma Fletcher —miento por razones de seguridad.No conozco a este hombre de Adam... no necesito darle armas para Google.
—¿Algo joven para ser actuario, no?
Su siguiente pregunta me toma con la guardia baja, y casi me ahogo con mi vino. La mayoría de los hombres... los centrados en asegurarse detener un orificio para la noche... raramente recuerdan lo que hago una vez que me han preguntado. Y los que lo hacen no tienen ni idea de lo que es un actuario, o la educación y pruebas que se necesitan para convertirse en uno.
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The Best Man
רומנטיקהNo sabía su nombre, pero escuché su risa, probé sus labios, sentí su cálida piel cuando la sostuve en mis brazos. Juntos veíamos a nuestros niños jugando en la arena, con el océano caliente lamiendo la orilla detrás de ellos mientras el sol poniente...