Max
—¿Cuántos de esos has tomado? —Victoria señala el vaso vacío delante de mí.
—Es mi primero. —Lo empujo hacia el camarero que pasa y asiento cuando me pregunta si quiero otro.
—Jesús, Max. La fiesta no empieza hasta dentro de veinte minutos. Tranquilízate. No puedo tener a mi invitado de honor tropezando y dando tumbos como un idiota borracho.
—¿Cuándo me he tropezado o he dado tumbos? —Le echo una mirada y acepto mi vaso rellenado.
—Cierto. —Mira hacia la puerta—. Bien, la gente está llegando. Acabo de ver a Mia Taylor y a su marido. Y DuVall está aquí con su esposa. Probablemente deberías ir al comedor privado... oh, ahí está Serena. Grant y Sergio.
Los dos últimos siguen a una fila de invitados bien vestidos por un pasillo poco iluminado. La mano de él descansa en la parte baja de su espalda, con el cuerpo de ella envuelto en un pequeño vestido negro que me hace querer comerme mi jodido puño.
Como el buen hermano que soy, me dirijo a la sala privada para recibir a mis invitados, empezando con los Taylor, viejos amigos de la universidad que volaron hasta aquí desde Seattle, y pasando a los DuVall antes de que Grant interrumpa apretándose entre nosotros para pedir dos bebidas.
—Hola, hombre —dice, sacando inadvertidamente a DuVall de la ecuación.
—Me alegra que hayan podido venir. —Aunque los vi hace dos días, en cierto modo parece hacer toda una vida.
He estado haciendo lo que podía para distanciarme emocionalmente de lo que sea que mi mente sienta sobre esa mujer.
Los invitados llegan con toda la fuerza. Solteros. Parejas. Grupos. Una hora después del evento, Victoria me dice que todos los que habían confirmado su asistencia han llegado oficialmente y ordena a los camareros que empiecen a repartir champán para el brindis.
Está oficialmente loca. Pero como sea.
Cien personas levantan sus copas por mí.
Celebran el hecho de que esté vivo, y sonrío como si compartiera su entusiasmo.
Pero la verdad es que nunca me he sentido tan muerto por dentro. En cierto modo supongo que he cerrado el círculo.
El hombre que creía que estaba destinado a amar... pertenece a mi mejor amigo.
Nunca podrá ser mío.
Así que, mientras él ha estado llorando a su padre, yo he estado llorando por él.
Y la vida que nunca tendremos.
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The Best Man
RomantizmNo sabía su nombre, pero escuché su risa, probé sus labios, sentí su cálida piel cuando la sostuve en mis brazos. Juntos veíamos a nuestros niños jugando en la arena, con el océano caliente lamiendo la orilla detrás de ellos mientras el sol poniente...