Capítulo XXI

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Capítulo XXI

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Capítulo XXI

Querida mamá

Cuando llegaron a casa, todo estaba oscuro

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Cuando llegaron a casa, todo estaba oscuro.

La luz pública funcionaba, pero ni siquiera alguno de los farolitos en el jardín estaba encendido. Por cada ventana apenas si se veía negrura, quizá en eso ayudara que tenían las cortinas cerradas.

Miko miró el ambiente con extrañeza tras bajarse de aquella camioneta, cerrando la portezuela con cuidado. Una sensación extraña asomando, todo producto de dichas circunstancias: ¿qué estaban haciendo ahora los niños? Sentía algo de intriga, sobre todo por el silencio en aquella casa. Cada vez que la había visitado, siempre había ruido.

—¿Seguro que no pretenden secuestrarnos?

—Bueno, ahora tengo mis dudas.

Sujetó su mano con fuerza y aunque dudosos, se acercaron a la puerta: no tenía llave, puesto que Daishinkan había salido apenas una hora antes, digamos que tampoco veía necesario asegurarla mientras hubiera alguien dentro.

El recibidor también estaba en silencio.

—Muy bien. Ahora en serio estoy preocupada.

—Somos dos. Algo deberán traerse entre manos, no harían tanto misticismo de lo contrario.

Siguieron avanzando tras dejar sus abrigos en el perchero más cercano, prácticamente andando a tientas por la sala: pero una luz se encendió de la nada, y ambos pegaron el peor grito de sus vidas al ver que Korn aparecía, saltando para abrazarse segundos antes de caer por el susto. Recibiendo un infarto totalmente gratis, faltaba más.

El niño se quedó viéndolos con una ceja arriba.

—Eso fue un poco dramático, ¿no creen?

—¿Qué rayos hacías ahí plantado en medio de la oscuridad? Matarías de miedo a cualquiera sólo con verte.—Daishinkan sonaba asustado, por no agregar que Miko todavía estaba abrazándose a él, aunque después caería en cuenta de un ligero detalle—. ¿Pero por qué estás usando uno de mis trajes, jovencito? ¿Quién te dió permiso?

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