Capítulo XXXIII

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Capítulo XXXIII

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Capítulo XXXIII

Dos corazones rotos

El mundo de pronto se vuelve total silencio

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El mundo de pronto se vuelve total silencio.

Dejas de respirar, como si tu sistema pulmonar y órganos similares ahora estuvieran deteniéndose instantáneamente. Tu pulso se acelera tanto que pareciera ahogarse, cuando el latir de tu corazón termina por opacarlo. Siendo lo único que ahora puedes escuchar, retumbando en ambos oídos e intensificando su fuerza de manera peligrosa.

Pum. Pum. Pum.

El mundo alrededor se ha quedado estático. Todo pierde sentido, te sientes casi flotando a la deriva sobre un mar de sensaciones efervescentes. Con ese nudo en la garganta que te ahoga: nada tiene sentido, de pronto cien millas y una pulgada son prácticamente lo mismo. Las cosas se vuelven y giran como sombras difusas. Si observas con el nivel de atención correcto, podrías notar incluso el aleteo de una mosca, como si alguna película se hubiera puesto en cámara lenta y fueras uno de los protagonistas principales.

«¡Papá, despierta, despierta!»

«¿Puedes dormir conmigo? Tengo miedo.»

«Gracias. ¡Te quiero!»

«Papi, ¿verdad que tú y mis hermanos siempre estarán conmigo?»

Entonces todo se pone en reversa y vuelve como al doble de velocidad que antes. Un puñetazo de realidad llamado adrenalina.

Reaccionas como si hubieras despertado de un coma, un mal sueño tal vez.

—No necesito más mentiras tuyas, Kala.

Su voz salió en un suspiro tembloroso, pero salió y por lo menos fue audible de alguna manera por esa mujer que ahora, estaba sonriendo de modo asquerosamente triunfante.

—¿Por qué mentiría con algo tan importante?

Oh, Dios.

—No esperes que confíe en ti ahora.

—Adelante. Has toda la investigación que puedas considerar necesaria, una prueba de ADN bastará para confirmarlo.—no supo cómo refutar eso, así que se quedó callado—. Theodore llevaba mucho más tiempo metido secretamente en mi vida, del que imaginaste esa tarde. Meerus es su hijo.

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