Capítulo XXXI
Puntos de quiebre
En los libros, cuando el protagonista despierta al amanecer, nunca recuerda dónde se ha quedado dormido la noche anterior. Como si todo recuerdo hubiera desaparecido de su memoria.
En el caso de Daishinkan, no era así.
Amaneció en la misma cama que llevaba usando durante tantos años, con las mismas frazadas de color marrón, las mantas y almohadas. Dentro de una habitación que reconocía perfectamente con lujo de detalles, hasta el más mínimo centímetro porque seamos honestos, ¿quién no se acordaría del lugar donde lleva toda su vida durmiendo?
Eso sólo pasaba en los cuentos.
Decidió estirarse con mucha pereza, buscando al otro lado del colchón, quizás un poco confundido cuando encontró éste totalmente vacío. Sábanas revueltas, huella de una cabeza en la almohada y un sutil perfume femenino impregnado en dichos objetos, como demostrándole una presencia casi fantasmal; pequeños detalles. Pero la existencia de éstos era motivo suficiente para sonreír, pensó al enderezarse como poseído de felicidad.
Entonces no lo había soñado.
Tenía pruebas suficientes en esa habitación: tan simples como encontrar su ropa esparcida sobre aquel piso, también cierto coqueto camisón color crema y negro que recordaba haber aventado tan lejos como pudo, unas cuantas horas antes.
Miró alrededor con detalle. Absolutamente nadie pero bueno, eso no significaba nada.
Apenas se había metido los calzoncillos, cuando el ruido de la puerta abriendo lo hizo voltear: sólo suspirando aliviado cuando cierta muchacha con la piel morena entró, caminando de puntillas casi queriendo pasar desapercibida. Seguramente no había notado que estaba despierto, pues incluso cerró la puerta con el mayor cuidado posible tras entrar a su alcoba; ver que llevaba puesta una de sus camisas fue quizás, el más estúpido motivo para sentirse dichoso.
Miko se giró y casi sufrió un infarto al verlo todo tranquilidad ahí sentado.
—Pensé que estabas dormido.
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Teach Me How To Love
Fanfic«No. Tal vez no es así. Tal vez los errores de una persona favorecen a otra. Tal vez las caídas sólo sirven para tomar aire, y seguir corriendo. Para sanar heridas. Para que esperes a que llegue alguien... y te enseñe cómo amar otra vez.» Porque inc...