Epílogo

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Epílogo

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Epílogo

Por y para siempre

Las historias llegan a un final tarde o temprano

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Las historias llegan a un final tarde o temprano.

El viaje del héroe termina. El telón por fin baja, los villanos fueron derrotados. Problema resuelto, no más sorpresas: la mayoría de los cuentos deben acabar así, es lo que nos han enseñado.

Pero bueno, esos son cuentos. Historias que las mentes de ciertas personas adornan demasiado, creyendo que un final feliz mínimo debe tratarse de grandeza y la promesa de un amor eterno, de la princesa que acaba con el príncipe aunque no conoce nada sobre dicho sujeto en absoluto.

Es una idea equivocada que nos han vendido.

No quiere decir que los finales felices no existan pero, debemos admitir que vivir manteniendo esa expectativa es difícil. Porque tarde o temprano te duele, decepciona no encontrar algo así: aunque, si pones suficiente empeño, aparecerán otro tipo de cosas. Otros caminos e igual de bonitos.

Daishinkan pensó durante mucho tiempo que su vida había terminado tras descubrir el engaño de su ex mujer y ahora todo le parecía distinto. Otra perspectiva, una mejor pese a los detalles: quizá había descubierto un terrible secreto, sufrido por algún rato, revivido malas épocas y experiencias como todos. Pero hoy en día, su vida era buena y hermosa. De hecho, demasiado buena como para ser verdad, sospechosamente.

Porque en ese instante, justo un día diecisiete de diciembre como pudo ser cualquier otro, su dedo anular nuevamente se encontraba rodeado por el más infame símbolo de todos: una alianza color dorado que no dejaba de observar. Su mano con eso parecía tan extraña, como ajena.

Oh. Realmente lo había hecho.

Cinco horas antes era un hombre medianamente soltero y ahora, estaba en una mesa aparte como novio, sólo mirando a su alrededor sin asimilarlo.

En serio se había casado con alguien. Otra vez.

Parecía tan irreal. Tan increíble.

Miró hacia el centro de aquel salón, hacia donde sus hijos bailaban y como por décima vez en esa noche, se quedó todo embelesado en la figura de quien ahora podía llamar esposa: Miko Hendren.

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