Capítulo XXV

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Capítulo XXV

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Capítulo XXV

Seamos nosotros

Vaya que los señores Hendren habían formado la familia más curiosa de todas

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Vaya que los señores Hendren habían formado la familia más curiosa de todas.

Para empezar, sus niños estaban pasando por la mejor nochebuena de todas, eso al menos según sus propias palabras. Habían ayudado a decorar aquel árbol, peleándose por ver quién ponía más esferas, guirnaldas y moñitos. Era extraño verlos tan animados en casa de unos desconocidos, ni siquiera protestando, peleándose entre sí, menos haciendo barbaries. Bien portaditos, como niños tranquilos, decentes y educados.

¿A dónde rayos se habían ido sus hijos? Esos no eran, pues los suyos hacían muchas travesuras.

Para cuando la tarde cayó, las cosas andaban de lo más tranquilo. Habían almorzado algo más en el comedor, por petición de Korn y aunque ambos señores Hendren buscaban indagar en su vida de una manera discreta, todo estaba bien. Nada que no supiera manejar, después de todo, escenarios así eran parte de su rutina: ser juzgado era como una mala costumbre, algo que todos realizaban, mucho más a su alrededor.

Claro que, entre suegros y sus propios vecinos, al menos los primeros tenían un motivo válido para hacerle tantas preguntas. El resto sólo tenía puro morbo por meter la nariz en temas escandalosos de la vida ajena.

Se ofreció a fregar los platos después, como una pequeña distracción, levantándose de esa mesa más pronto que tarde: no eran sus hermanos, no era su padre pero de alguna manera, eso apenas importaba. Escuchar a los niños haciendo chiste cada tres segundos, contando anécdotas, siendo queridos de verdad por personas que les ponían atención... no tenía precio.

Ni siquiera llevaba tres platos enjuagados en esa meseta, cuando creyó escuchar una voz chillona ingresando a la cocina con su habitual energía.

—¡Papá, papá!—exclamó Meerus, abrazándose a una de sus piernas con fuerza, Miko viniendo con esa risita detrás suyo, como escolta—. ¿Podemos salir a comprar pasteles de arroz con el abuelo?

—¿Los cinco juntos? Vaya, ese señor seguro se vuelve loco tratando de controlarlos.

—No, Cus se quedará.—expresó, pidiendo con sus bracitos ser cargado—. La prima Hana lloraba por ensuciar su pañal y se ofreció como ayudante del tío Shin, están arriba... todavía no comprendo por qué alguien desearía ver tanta popó.

Teach Me How To LoveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora