Andrea dominante

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Comencé a interesarme por temas más diversos, especialmente en el ámbito de la intimidad, y tuve la oportunidad de conocer a un joven que me introdujo a nuevas experiencias, todas las cuales me fascinaron. Desafortunadamente, tuvo que marcharse al extranjero, pero antes de partir me dejó una caja con juguetes para adultos que aún no había tenido la ocasión de estrenar. Me propuse hacerlo cuanto antes, aunque algunos de esos juguetes requerían de la participación de dos personas, así que no podía estrenarlos sola.

Investigando cómo utilizarlos, me topé con numerosos artículos y sitios dedicados a personas que, como yo, compartían una pasión, ya sea descubierta o reciente, por lo erótico. Envié fotos de los juguetes a algunos de estos foros y recibí mucha ayuda. En particular, un usuario que afirmaba ser solo unos años mayor que yo y vivir muy cerca de mi ciudad, se destacó. Intercambiamos historias y mensajes durante semanas hasta que uno de sus mensajes me dejó helada: "Deseo verte".

Pasaron varios días sin que respondiera a ese mensaje. Lo discutí con amigos y amigas, y muchos pensaban que la idea no era buena. "Nunca se sabe quién está del otro lado," me decían con justificada preocupación. A pesar de sus advertencias, una parte de mí sentía una atracción innegable hacia la posibilidad de explorar estos nuevos deseos con alguien que compartía mis intereses.

Finalmente, decidí responder. Quería seguir el impulso que sentía, pese a los riesgos. Acordamos encontrarnos en un lugar público para tomar un café, con la promesa de que no habría presión para ir más allá de eso si no me sentía cómoda. La anticipación crecía en mi interior, una mezcla de nerviosismo y excitación, mientras me preparaba para el encuentro. Naturalmente, para ese día decidí embellecerme más de lo habitual. Los nervios me hacían comportarme como una adolescente y me esmeré en arreglarme y maquillarme. Me coloqué una blusa escotada que se ajustaba a mi figura y no podían faltar los pantalones vaqueros del fondo del armario, aquellos que solo usaba cuando quería realzar la forma de mi trasero. Esa misma mañana, hice más ejercicios en el gimnasio y sentía cómo mis nalgas se endurecían. Estaba nerviosa, pero la fotografía que él me había enviado me tranquilizaba. Podría haber sido falsa, podría haber sido una imagen creada con las nuevas herramientas de inteligencia artificial, pero había algo en ese rostro que se veía genuino, así que acepté la cita sin decírselo a nadie.

Al salir de la ducha, tenía otro mensaje en mi celular; era él, y con otra fotografía me revelaba que su nombre era Julien. Sí, con la segunda vocal. Observé bien la fotografía y noté sus rasgos extranjeros, y gracias al nombre supuse que esos rasgos serían franceses. Sentí cierto nerviosismo por su parte, como si él también estuviera ansioso por llegar a la cita, por ver qué sucedería después. Sabía bien que ese día no pasaría nada, sería solo una cita, pero aun así estrené un sostén que tenía guardado desde hacía meses. Claro, tenía que empezar con el coqueteo visual, así que me puse una camisa escotada con un toque de transparencia, sin llegar a lo vulgar. Abajo, simplemente una falda y nada más, para provocar miradas, especialmente la de Julien. Todo eso me hacía sentir mucho más segura de mí misma, y me miré al espejo levantando levemente la falda para excitarme a mí misma.

Llegada la hora de la cita, fui la primera en llegar. El primero en llegar siempre tiene una ventaja: es el amo de la cita, puede pedir las copas primero, puede incluso decidir dónde sentarse. Así que aproveché esa ventaja y escogí la mesa más alejada, con vista a la ciudad. La noche comenzaba a caer y las luces de la ciudad empezaban a adueñarse de la noche. Pedí dos copas de gin tonic, mi trago favorito, y así vería si Julien compartía mi gusto o preferiría cambiarla por otra bebida, mostrando así su independencia.

—Buenas noches —anunció su presencia con una voz profunda y sensual.

Me puse de pie, sabiendo que ese gesto también demostraba una especie de dominación, de control. Le sorprendió un poco, su cuerpo estaba ya en posición de inclinarse para tomar mi mano y retrocedió levemente al verme de pie.

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