Gangbang de cumpleaños

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Desde mis diecisiete años hablaba sobre una fantasía que tenía para algún cumpleaños. Faltaba muy poco para que cumpliera los veinte y Sofía me tenía algo preparado. Con ella éramos inseparables desde los primeros años de colegio y conocíamos todos nuestros secretos, todas nuestras historias. No nos ocultábamos nada, así que yo confiaba plenamente en ella.

El fin de semana antes de mi cumpleaños, Sofía me invitó a pasar la noche en una mansión que había rentado. Incluso me dio algunas pistas para que fuera elegante, que llevara la ropa interior más linda e incluso el bikini más llamativo de mi colección. Me imaginaba una gran fiesta, un festejo con muchas personas, pero al mismo tiempo ella sabía que yo no era de festejar con extraños.

Llegó la noche y mi taxi esperaba afuera. Me di un último vistazo en el espejo de mi habitación. Estaba de lo más contenta con mi vestido. Era un vestido negro ajustado que había comprado en uno de mis viajes a México. Por debajo, para ir con el tema, llevaba una lencería llamativa y colorida. No sabía quién la vería, pero yo me sentía muy cómoda y sensual, así que me permití llevarla sabiendo que, posiblemente, sería la única que la viera. Finalmente, en la cartera tenía el bikini más caro de toda mi colección. Un bikini hecho a mano por una compañera de universidad que había triunfado en el mundo de la moda.

La mansión era preciosa, tenía solo dos pisos, pero al estar sobre una colina, todo parecía más grande. Me sorprendió no ver ni una sola luz, mucho menos esas luces danzarinas de muchos colores que llaman la atención de todos los vecinos y anuncian grandes fiestas en el vecindario. En realidad, todo estaba muy callado, pero Sofía me esperaba de pie en la puerta. No anunció mi llegada, simplemente me saludó y me preguntó si estaba preparada. Entramos y me llevó directamente al segundo piso. La mansión estaba muy bien iluminada y el excelente trabajo del arquitecto permitía a la poca luz nocturna iluminar sin necesidad de luz artificial.

—Espérame aquí unos minutos —dijo y me dejó en un enorme pasillo con una entrada doble al final. La enorme puerta blanca llamaba mi atención, pero no sabía si podía ir allí o no. Me acerqué con cautela y silencio, dando pequeños pasos sobre el alfombrado. Mis tacones no eran especialmente silenciosos, así que debía tener mucho cuidado. Había tardado tanto en llegar hasta el final del pasillo que Sofía había tenido tiempo de regresar y cuando volteé la vi vestida en lencería de cuero, en uno de esos conjuntos con varias líneas que recorren desde los pechos hasta el ombligo y la parte inferior también se alargaba hasta las rodillas. Me miró con mucha seriedad, se colocó una máscara también de cuero con altas orejas y me tomó de la mano.

Abrió la puerta y, revelando una enorme habitación minimalista, me sorprendió ver la cantidad de hombres presentes. A simple vista no los podía contar, pero fácilmente superaban los diez. Estaban todos de pie, en media luna y utilizando únicamente calzoncillos apretados que dejaban muy poco espacio a la imaginación. Algunos de ellos se frotaban las manos expectantes de lo que sucedería, otros simplemente se contentaban con mirarme como presa fácil, lo que me hacía sentir deseada y sensual.

Sofía me dejó frente a ellos y se dirigió hacia adelante para unirse al grupo. Tomó a uno de los chicos, le besó los labios y él la tomó por el trasero. Se volteó para verme y simplemente dijo:

—Feliz cumpleaños.

Regresó hacia mí, me besó permitiéndome sentir sus labios húmedos y cálidos junto con los míos. Mentiría si dijera que nunca hubiera imaginado besarla. Me dejé llevar por el momento y pronto sentí varias manos recorriendo mi cuerpo. Algunas de ellas se paseaban por el abdomen, otras por los hombros, los brazos e incluso las manos, pero las más seguras y atrevidas fueron directamente hacia las piernas, el trasero y tan solo una por el pecho. Esta última mano solitaria se atrevió a entrar por el sostén, estaba fría e hizo que el pezón izquierdo reaccionara al instante poniéndose más duro que los diamantes.

Cuando Sofía se alejó de mí, mis manos y mi mirada fueron directamente hacia los hombres. Uno de ellos me besó, luego el siguiente. Las manos continuaban sus recorridos libremente. Me sentía el centro de atención, Sofía sabía bien que ese era mi deseo más profundo de cumpleaños. Mientras besaba a uno de los hombres, abrí los ojos y la vi observándome desde la corta distancia con una sonrisa de oreja a oreja. En las manos tenía una cámara y supe lo que tenía que hacer.

Me puse de rodillas y rápidamente el círculo de hombres se armó a mi alrededor. Seguía sin poder contarlos y cada vez parecían más y más. Levanté la mirada, era muy excitante ver tantos penes a mi alrededor, ojos golosos, expectantes de lo que estaba por venir. Cuando alcé las manos para tener dos miembros entre mis manos, Sofía ingresó al círculo con la cámara en mano. No sabía si estaba filmando o tomando fotografías, pero aún así, como si lo hubiera hecho de toda la vida, me llevé el primer pene a la boca. Usualmente empiezo lento y le doy marcha poco a poco, pero esa vez me lo llevé directamente a la garganta. Pasé al segundo, sin soltar los otros de las manos, luego al tercero. Cambié a los afortunados de manos. Me paseaba de un cuerpo al otro con las manos, con la boca, con la lengua. La saliva iba humedeciendo todos los cuerpos que continuaban viéndome desde arriba y yo, de vez en cuando levantaba la mirada para sentirme observada.

Estuve varios minutos chupando a todos, meneando con la mano y dejándome tocar. Algunos se masturbaban mirándome y eso me alentaba a continuar. El pecho se llenó de saliva y de pronto uno de ellos, con gran fuerza, me puso de pie. Entre varios me desnudaron y me arrojaron a la cama. Oía unas risas impacientes y sobre todo la risa de Sofía quien fue la primera en colocarse sobre mí. Me besó los labios y llevó sus dedos a mi clítoris. Estaba tan mojada, tan excitada que el mínimo contacto con sus dedos me hizo gritar de placer. Sofía se alejó y un primer grupo de hombres vino hacia mí.

Me dejaba mover de un lado al otro, todos deseaban su turno en mi vagina y en mi boca y cuando sentí que no era suficiente, les permití entrar también por el culo. Como si fueran expertos en eso, uno se echó para que yo me pusiera sobre él, otro se puso por delante y finalmente el último por detrás. Llenaron todos mis huecos en cuestión de segundos, pero seguía sin ser suficiente para mí. Sentía el roce en la parte trasera. Sentía cómo los movimientos sincronizados se encontraban separados por la piel, pero yo lo sentía como nunca antes había sentido nada.

Estiré los brazos llamando a más hombres, llamando más acción y dos se pusieron a mis costados. Utilizaba mis manos al mismo tiempo que la boca y el movimiento por la inercia hacía que todo fuera un caos de placer.

Los hombres iban cambiando. Unos preferían quedarse más tiempo dentro de mi boca, otros dentro de la vagina y otros en el ano. Yo les permitía todo. Incluso algunos preferían el contacto y mantenían mis senos en las palmas de sus manos.

Los quejidos de alivio eran cada vez más frecuentes, pero ninguno estaba listo para terminar.

Pegué un grito al aire y todos supieron que yo había llegado al clímax. Me cargaron hasta el suelo donde me coloqué de rodillas nuevamente en medio de un círculo. Sofía le entregó la cámara a uno de los hombres e imitó mi posición para ponerse a mi lado.

Uno a uno los hombres fueron aliviándose sobre nuestros rostros, los pechos y sus quejidos hacían que yo quisiera más. Con una mano tocaba el clítoris de Sofía y con la otra el mío.

Una vez que terminaron todos, Sofía y yo nos besamos durante varios minutos intercambiando nuestras recompensas. Completamente sedientas, tragamos todo lo que estaba en nuestras bocas, ella me lamió parte del mentón y yo su cara, bajé hasta sus pechos donde también tenía semen y me tragué hasta la última gota.

Fue el mejor regalo de cumpleaños.

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