El Interrogatorio en la Trastienda

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Recorría los pasillos de la tienda con tranquilidad, paseando entre estantes de ropa y accesorios. Era un sábado por la tarde, y había decidido regalarme un par de cosas tras una semana intensa. Sin embargo, no me percaté de la mirada que un empleado de seguridad me lanzaba desde las cámaras. Tras unos minutos revisando una chaqueta en oferta, sentí una mano firme sobre mi hombro.

—Señorita, necesito que me acompañe.

Al girarme, me encontré con la mirada seria de un guardia de seguridad. Un hombre guapo, con una mandíbula fuerte, piel bronceada y ojos oscuros que parecían atravesarme. Su uniforme le quedaba ajustado, revelando hombros anchos y brazos musculosos que se tensaban cada vez que se movía. Desconcertada, apenas pude articular una respuesta antes de ser escoltada hacia la parte trasera de la tienda, en un silencio que solo me permitía oír mi respiración. Al llegar a una pequeña oficina, vi dos sillas y una mesa desordenada, y antes de que pudiera protestar, otro guardia apareció detrás de mí.

—¿Qué está pasando? —pregunté, con una mezcla de sorpresa y enojo.

—Hemos recibido un informe sobre usted —dijo uno de los guardias, cruzándose de brazos—. Se le acusa de haber robado en nuestra tienda. Así que, para resolver esto, tendremos que revisarla y, si es necesario, llamar a la policía.

Abrí los ojos con incredulidad. No podía creer lo que estaba oyendo. Jamás haría algo así. Había oído historias de acusaciones erróneas en tiendas, pero jamás pensé que me sucedería a mí.

—No tienen derecho a hacer esto —repliqué, tratando de mantener la calma—. No he robado nada.

Sin embargo, antes de que pudiera decir algo más, dos oficiales de policía entraron en la sala. Eran hombres altos, de complexión fuerte, y llevaban un aire de autoridad que llenaba el ambiente. Ambos me observaron con expresión seria mientras uno de ellos cerraba la puerta con cuidado. En el aire, una tensión invisible comenzaba a formarse.

—Soy el oficial Ramírez, y este es el oficial Guti —dijo el primer policía, de complexión fuerte y mirada penetrante, su pelo corto y oscuro contrastaba con su piel clara. Su uniforme de policía se ajustaba a sus músculos marcados, especialmente en los pectorales y brazos, dándole una apariencia imponente.—. Nos informaron que ha sido sorprendida en un acto de hurto, y necesitamos proceder con una inspección para aclarar las cosas.

Me sentí atrapada, sin salida. Mis manos temblaban ligeramente, y aunque sabía que era inocente, la situación me intimidaba más de lo que hubiera querido admitir.

—No he robado nada. Están cometiendo un error —repliqué, tratando de que mi voz sonara firme.

El oficial Guti, moreno, de ojos profundos y cejas definidas, tenía un físico igualmente trabajado, con unos antebrazos fuertes que se notaban al cruzar los brazos sobre el pecho. Su postura y el leve tono de su voz denotaban confianza y control.

—Entonces, si no tiene nada que esconder, haremos una pequeña inspección. Será rápida, no se preocupe.

La proximidad de ambos policías me hizo sentir una extraña mezcla de nerviosismo y... excitación. Jamás hubiera esperado que algo así despertara ese tipo de reacción en mí. Consciente de que no tenía otra opción, asentí lentamente y dejé que ambos oficiales me revisaran. El toque de sus manos era profesional, pero a medida que pasaban los segundos, la inspección comenzó a sentirse más intensa.

Ramírez me miraba a los ojos, casi desafiante, mientras sus manos pasaban cerca de mi cintura y de mi cadera. Sentía el calor subir a mis mejillas. Mi respiración se aceleraba, y algo en la manera en que ambos oficiales me miraban me hacía sentir el centro de toda su atención.

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⏰ Última actualización: Nov 02 ⏰

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