Aprendiendo a ser una Zorra: Segunda lección

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Después de la primera lección con Lucía y Santiago, mi mente estaba llena de expectativas y curiosidad por lo que la segunda lección podría traer. Lucía había prometido guiarme en la exploración de mis deseos y límites, y estaba ansiosa por descubrir más sobre mí misma. Esa noche, recibí un mensaje de Lucía que decía: "Vístete provocativa, pero elegantemente para un evento especial." Mi corazón latía con anticipación y emoción.

Pasé horas preparándome, eligiendo un vestido negro con adornos ajustado que acentuaba mis curvas y unos tacones altos que me hacían sentir poderosa. Me maquillé con cuidado, buscando un look seductor que aún mantuviera un aire de misterio. A las ocho en punto como ya era una nueva costumbre, Lucía llegó, luciendo espectacular en un vestido rojo oscuro que se ceñía a su cuerpo como una segunda piel.

—Esta noche, —dijo con una sonrisa traviesa—, vas a aprender el arte de la sumisión.

Condujimos hasta una fiesta exclusiva en una mansión lujosa. El ambiente estaba cargado de emoción, y podía sentir la corriente subyacente de placeres prohibidos. Los invitados, todos vestidos con ropas elegantes y provocativas, se movían por los lujosos salones con una confianza que me resultaba intrigante y un poco intimidante. Mientras nos mezclábamos, Lucía me presentó a un hombre guapo llamado Alejandro. Tenía una presencia dominante, con ojos penetrantes que parecían ver a través de mí.

—Alejandro, esta es mi amiga, —dijo Lucía, con los ojos brillando—. Ella está ansiosa por aprender.

Alejandro sonrió, una sonrisa depredadora que aceleró mi pulso. Nos condujo a una habitación privada en el piso superior, lejos de las miradas curiosas de los invitados. La habitación estaba tenuemente iluminada, con una gran cama en el centro y varios equipos de BDSM ordenadamente dispuestos en las paredes. Lucía cerró la puerta detrás de nosotros y se volvió hacia mí.

—Esta noche serás sumisa, —dijo con voz firme pero suave—. Seguirás mis instrucciones y aprenderás a obedecer.

Sacó de una bolsa un conjunto de indumentaria de esclava BDSM: un collar, esposas y una correa. Mi corazón latía con fuerza mientras ella ajustaba el collar alrededor de mi cuello y aseguraba las esposas en mis muñecas. La sensación del cuero contra mi piel era a la vez emocionante e intimidante. Cada ajuste del collar y las esposas parecía simbolizar una entrega que no había experimentado antes.

—Arrodíllate, —ordenó Lucía.

Me hundí de rodillas, sintiendo una mezcla de vulnerabilidad y excitación. Lucía le entregó la correa a Alejandro y retrocedió, observando atentamente.

—Harás exactamente lo que te diga, —dijo Lucía—. Ahora, arrástrate hacia Alejandro y desnúdalo.

Obedecí, arrastrándome en cuatro patas hacia Alejandro. Él se mantenía erguido, mirándome con esos ojos intensos. Extendí la mano y comencé a desabotonar su camisa, revelando un pecho musculoso. Deslicé mis manos por su cuerpo, sintiendo el calor de su piel bajo mis dedos. Al quitarle los pantalones, pude ver su creciente excitación. La atmósfera se cargaba de una electricidad palpable que solo aumentaba mi deseo.

—Ahora, dale placer, —ordenó Lucía.

Tomé el duro pene de Alejandro en mis manos y comencé a acariciarlo, sintiendo su suavidad y calor. Lamí el glande, saboreando el pre-semen salado, y luego me lo llevé a la boca. Me moví lentamente al principio, saboreando cada centímetro de él, luego aumenté gradualmente el ritmo, girando mi lengua alrededor del glande y succionando con más fuerza. Sentía cómo su respiración se aceleraba y sus gemidos de placer resonaban en la habitación. Era el segundo pene que chupaba en tan poco tiempo y tampoco conseguía llevarlo hasta el fondo de mi garganta.

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