Me dirijo hacia el lugar que me indicó el tipo la semana pasada. Por primer vez en mucho tiempo me había comunicado con alguna persona que no fuese el joven de la tienda donde compro lo que necesito y pago mis facturas, bueno, no fue una persona en realidad, fueron un poco mas que eso, unas cuarenta, personas más, personas menos, pero, él fue el único que me dio señal positiva y aunque mi intención era que nos encontráramos el mismo día, me dijo que no estaba en la ciudad así que, hice lo que pude para no cambiar de opinión hasta entonces.
Salí de casa usando unos pantalones deportivos, los cuales eran unas tres tallas mas de lo que yo debiera utilizar, pero, por alguna razón, habían llegado a mi armario y se habían vuelto mi prenda favorita. También usaba una sudadera y sandalias de las que los niños suelen llamar "sandalias de abuelito" pero, el camino era un poco largo y en realidad, lo que menos me importaba era si a los demás les parecía adecuado mi estilo.
Mi barrio no era el más habitado, y las pocas personas que vivían cerca de casa ya ni siquiera me notaban, por eso, a ninguna le pareció preocuparle que un tipo fuese caminando de lo mas tranquilo con una pinta rarísima, unas ojeras tan pronunciadas que parecían hechas con maquillaje, el cabello enmarañado y para hacerlo más cómico, cargaba una bolsa gigante repleta de diarios.
Seguí hasta la estación de autobuses y me senté a esperar. No sabia si el horario seguía siendo el mismo, del que solía ser, por eso, iba con suficiente tiempo, más del que hubiera sido prudente... Comencé a pensar en lo que haría, ¿Qué tan buena idea era? ¿Qué tan correcto estaba? y ¿si el hombre me engañaba? y ¿si no funcionaba? poco a poco me iba sofocando más y cuando me puse de pie pensando que la mejor opción era volver a casa vi el autobús venir entonces, decidí seguir con el plan, igual y, ¿Qué tan malo podía ser?
Busqué un asiento libre, donde no hubiera nadie al lado, pero, no encontré. Me quedé de pie y pronto una joven de sonrisa muy dulce me haló de la sudadera.
-¡Señor!-hasta que me haló lo suficientemente fuerte fue cuando noté que era a mi a quien le hablaba. Levanté las cejas-Siéntese aquí, a mi lado hay espacio.
-Yo...
-No sea testarudo-Me pareció chistoso que alguien tan joven actuase como una señora de esas que se enojan cuando les dices que ya comiste en otro lugar y, aunque no me sentía cómodo estando cerca de otras personas, me encontré haciéndole caso. Ella sonrió satisfecha. -¿Es de aquí cerca? ¿Va muy lejos? Acaso, ¿No le parece que hoy es un bello día? ¿Cuántos años tiene? ¿Está soltero? Me gusta su sudadera.
La chica parecía nunca cerrar su boca, y todo el encanto que le creí haber visto en aquel instante, se había marchado por completo. Empecé a desear en mi mente que el bus llegara pronto a mi destino, pero, en lugar de ir más deprisa, empezó a ralentizar su movimiento.
-Ah si, debe ser un atasco. Algo miré en Facebook antes de subir. ¿No lo ha mirado usted también? -negué y me rasque la cabeza desesperándome cada vez mas a tal punto que cuando noté que ella abriría la boca nuevamente, salí disparado- ¿Baja aquí?-no le respondí y me fui.
Me había quedado a unas tres paradas desde donde estaba la cafetería donde nos veríamos y faltaba alrededor de una hora para nuestro encuentro, así que traté de mover mis piernas un poco lento. Al irme acercando comencé a preguntarme si reconocería al tipo. Solo había escuchado su voz por teléfono y las únicas características que me había dado era que utilizaba lentes rectangulares y además, tenia barba...¡Cómo si no nos cruzamos con decenas de hombres con esas características a diario! pero bueno, también era culpa mía por no haberle preguntado más. ¿Me reconocería el? hmn ¿Cómo me había descrito yo?-Soy alto, diría que bastante alto, delgado, tengo el cabello color chocolate y con rizos muy redondos y grandes.-Esperaba que si no era capaz de reconocerlo, el lo hiciera, pero...¿y si no llegaba a nuestra reunión?
Cuando estaba acercándome a la cafetería, miré a un hombre regordete, sin cuello, con una barba frondosa, pero no cubría todo lo que debiera cubrir, unas partes al azar, repletas de vello, mientras que otras, eran completamente lampiñas y lo mismo sucedía con su cabeza, unas partes con pelos negro, otras, cuero cabelludo brillante, y si comparáramos atuendos, diría que el mío era ideal para ir a una gala. La vestimenta de él era completamente absurda, camisa playera, verde (de ese que casi necesitas cerrar tus ojos por su intensidad) con una franja naranja en el centro, botones, cuello, y la combinaba con unos shorts con demasiados bolsillos. Llevaba también zapatos elegantes con medias blancas hasta la pantorrilla. ¡Ah y claro! ¡sus lentes rectangulares! ¡por eso lo reconocí! (espacio para notar mi sarcasmo) No, solo lo presentí y, era el único hombre sentado en las sillas que estaban bajo el techito fuera del establecimiento, y quizá porque llevaba un maletín deduje que era él tipo que yo buscaba.
Con el aspecto de mi estimado, ya no sabia qué creer. Me acerqué y le pregunté si era con quién me reuniría. Él me miró de pies a cabeza como si fuese un importante empresario (bien vestido) mirando a un pobre desesperado que luce terrible y ruega para que invierta en su empresa antes que quiebre. El hecho de que me mirase así y que estuviera esperándome aun cuando creía yo faltaba media hora, me intimidaba.
-Creo que yo no necesito preguntar nada. Tome asiento. ¿Qué va a beber?-Me senté torpemente poniendo la bolsa en el suelo-Hombre, pero no la deje ahí, eso es lo que me importa, no la vaya a arruinar-otra vez me hacia sentir como un tonto-¿Entonces...?-en realidad no quería ni beber, ni comer, pero, sentí que debía pedir algo.
-Un té estaría bien-Llamó a la mesera, y le indicó lo que queríamos. No escuché lo que el pidió, ya que me puse a sacar el contenido de la bolsa y a acomodarlo en una de las sillas libres que estaba en nuestra mesa.
-¿Son todos?
-No...
-Mas o menos ¿Cuánto es todo?
-Varias bolsas.
-Me parece estupendo, bueno, siempre y cuando me cautive al menos hmn ¿los dos primeros? no, el primero, ya sabe usted cómo es esto-me hizo enojar un poco sus palabras, y me dieron ganas de volver a guardar mis cosas, pero, me contuve-¿hace cuanto hace usted esto?
-Prácticamente toda mi vida, bueno, desde que era un niño.
-¡Excelente! Aunque, me parece algo extraño, pero, sigue siendo excelente. Mientras el tipo hablaba, no podía evitar mirarle la papada. Por cada palabra, parte de su barba se perdía entre la ranura donde se ocultaba el cuello. Gotitas minúsculas de sudor se mezclaban en toda esa danza de piel, grasa y vello. No podía concentrarme en lo que debía y menos podía beber el té sin querer vomitarlo, así que vería el centro de la mesa todo el tiempo que restase.
-Pero dígame, ¿por qué tiene tanta prisa?
-Tengo algo que resolver
-¿Sabe que entre mas pronto quiera las cosas, mas difícil será? mas dinero habrá que sacar, mas-
-Solo hágalo, es lo único que le pido.-le miré fijamente
-Bien...-sonrió de manera extraña mientras se masajeaba la barbilla con la mano que tenia apoyada sobre la mesa, pero, al mismo tiempo, llegó la mesera con nuestro pedido, así que no sé si esa extraña sonrisa iba dirigida a mi, a ella o... a su montaña de comida. Se había pedido dos café, uno que parecía mas leche que café y el otro con espuma y virutas de no se qué, unos panqueques con miel, una media luna, dos pastelitos de chocolate con crema, y uno de vainilla sin decoración y unas cuantas galletas con chispas. Todo, para él solo. Pobre de su barba, seguiría hundiéndose en aquella zona no vista por los demás, durante un largo tiempo.
-¿Podemos comenzar?
-Hmn, un chico con ganas de trabajar ¡Me gusta!-dijo con la boca ya repleta de uno de los pastelitos-Bien, comencemos, saca el primero-extrajo de su maletín una libreta, un bolígrafo, una grabadora y yo... mi primer diario. Inhale profundo, aun recordaba tan vívidamente el día en que llego a mis manos, aun cuando habían pasado veinticuatro años, el día en el que la conocí a ella, el amor de mi vida.
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Lágrimas del destino.
RomanceAlex y Alex. Dos mundos diferente que se relacionan por obra del destino pero, el mismo, se encarga de que todo su camino sea amargo.