Tres años habían pasado desde que habíamos estado a punto de ser una pareja casada y no tenia dudas, era el momento para proponérselo nuevamente, solo que no sabía de qué manera hacerlo y en el fondo temía que ella no pensara que ya era tiempo de volver a intentarlo como yo lo hacia
—Tía
—Dime, cariño
—He estado pensando en algo—ella puso en pausa el doblar la ropa y se sentó en el sofá que estaba frente a mi
—¿Qué has estado pensando?
—Quiero pedirle matrimonio a Alex—ella se quedó pensativa unos segundos
—Eso me hace, feliz, pero ¿tu sientes que ella está lista? yo puedo decirte lo que pienso, pero ¿tu que piensas?
—Últimamente no se saca esa idea de tener una familia y me hace pensar que tal vez si sea lo que quiere
—Entonces hazlo
—¿Qué hago si dice que aún no está preparada?
—La esperas. Si dice eso es porque quiere que la esperes, si no es contigo con quien quiere esa familia, lo dirá
—¿Tu crees?
—Estoy segura. He pasado mucho tiempo con ella y creo lo mismo que tu, ella quiere y debería comenzar a hacer una familia, no porque creo que eso deban hacer las mujeres, sino porque siento que es lo que ella ha esperado por mucho y cariño ya no son tan niños... veintisiete años, creo que es una buena edad para que empiecen su vida juntos
La tía tenía razón. Si ella no quisiera estar conmigo, me lo diría. Veintisiete años... no había prestado tanta atención a nuestra edad hasta que la tía lo dijo. Había llegado a ese apartamento siendo un niño, apenas había llegado para ir al jardín de niños, y ahora era un hombre apunto de terminar la carrera de psiquiatría, trabajando en un buen hospital, había estado a punto de casarme y había hecho todo lo posible cada día del año por estar al lado de la mujer que amo. Veintisiete años...
—Sam, vuelvo en cuarenta minutos—le dije a mi compañera de turno
—¿Ya vas a almorzar?—asentí—Está bien, nos vemos
Salí del hospital y de la nada se me cruzó algo por la mente:— ¿y si...?
Para nada estaba en mis planes hacer algo así aquel día, pero solo se me ocurrió y cuando lo pensé bien, ya me encontraba ahí.
—¿Alex?—me preguntó ella—Había llegado a la oficina de Alex. Ella no me esperaba y por la manera en la que me vio, estaba asombrada —¿Estás bien?—dijo tocándome brazos y piernas—¿No deberías estar en turno?—No sabía si lo que estaba haciendo era correcto. Estaba congelado. Había llegado hasta ahí con un propósito— ¿Alex? ¿no me estás escuchando?
—Yo...
—¿Qué sucede Alex? me estás asustando ¿quieres tomar asiento?—no me moví
—Alex, es que he estado pensando algo—Creo que ella pensó mal, porque su mirada fue directo al suelo
—¿Qué has estado pensando?—dijo con voz entrecortada
—Quiero que me perdones—me miró con los ojos húmedos— sé que no te mereces esto, pero mis pies me han traído y necesito decírtelo
—Alex, dímelo y deja de buscar palabras
—Es que...yo, no quiero que te sientas mal, y si no es lo que quieres está bien, pero
—¡Dímelo ya, Alex! me estás poniendo muy nerviosa
—Es que, yo quiero que volvamos a intentar casarnos—la respiración de ella se detuvo por varios segundo— ¿Alex? ¿Estás bien? Yo, perdón ¿hice mal?—y ella comenzó a llorar —Está bien si no quieres hacerlo, esperaremos el momento en que tu decidas—estaba muy nervioso
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Lágrimas del destino.
DragosteAlex y Alex. Dos mundos diferente que se relacionan por obra del destino pero, el mismo, se encarga de que todo su camino sea amargo.