Luego de varios meses sin poder ver a la familia de Alex, comenzaba a sentir que el nudo en mi pecho crecía. Dentro de quince días sería mi graduación, Alex no podría venir, pero dos días después lo haría y entonces celebraríamos. La necesitaba, necesitaba sentirme apoyado aunque fuese por un instante... Era bien sabido que la tía Sara siempre había estado para lo que la necesitara y me había permitido esforzarme al máximo en la universidad sin que tuviese que trabajar: date prisa y logra eso que tanto quieres, me había dicho, pero la tía no era alguien que demostrara afecto a menudo, y eso era lo que mi ser anhelaba.
Había perdido el lujo de concluir mi carrera médica en la mejor universidad, había recibido amenazas del padre de Alex, no podía ayudar a la señora Bloom y los correos de su hijo cada vez tardaban más en llegar... Extrañaba a mamá, soñaba con por fin verla venir a visitarnos, soñaba con levantar mi titulo y señalarla a ella entre la multitud con una amplia sonrisa, pero... aquello eran solo sueños y la mala racha apenas estaba dando inicio...
—¿Qué más sucedió?—quiso saber el señor Tiburcio al verme agachar mi rostro
—Es que—pero mi voz se entrecortó y no pude continuar
—Tranquilo, respira. Bebe un sorbo de agua. No te pongas así—bebí un poco de agua y miré hacia la calle. Suspiré profundamente, uní con fuerzas mis labios intentando detener cualquier indicio de llanto y traté de continuar mi relato
—Uno se equivoca al pensar en el mañana ¡oh que ilusos podemos llegar a ser! Dejamos perder el hoy aferrándonos a lo que creemos que sucederá mañana, pero no somos capaces de influir en lo que sucederá... Mi graduación fue breve, estuve solo la mayor parte del tiempo porque la tía Sara había tomado un resfriado días atrás y su agradable jefe no le permitió salir tan antes como ella hubiese querido. No la podía culpar, así que le mostré el rostro más feliz que pude fingir. Después hicimos lo que solíamos hacer para celebrar cualquier ocasión: ir a la heladería. Para nada me disgustaba, y le agradecía el gesto, me encantaba ver su rostro de emoción a la hora de decidir cuales sabores quería, pero mi pecho seguía vacío y sentía la necesidad de estar solo.
—Cariño, estoy tan orgullosa ¿lo sabes?—dijo metiendo una cucharada demasiado grande como para que pudiese entrar por completo
—Lo sé tía, me lo has dicho unas diecinueve veces en la ultima hora, pero aún no hago mi especialidad
—¡Vamos Alex! Prácticamente ya tienes un empleo, y en un abrir y cerrar de ojos habrás culminado lo que te hace falta
—Puede ser
—¿Estás triste por que ella no está aquí?
—No, no. Ella vendrá pronto, igual y yo tampoco podré ir a su graduación, lo que importa es que de cierta manera nos tenemos-mentí al decir que no me entristecía no verla allí
—Claro, te entiendo. Tienes una mente muy madura, pero a ella le falta bastante para acabar ¿no es así?
—Un poco más de un año
—Le llevas ventaja. Entonces ¿le pedirás matrimonio?—aquella pregunta hizo que me saliera un poco de helado por la nariz y tuviese que correr a tomar servilletas para limpiarme—¿He dicho algo malo?
—Aún no pienso en ello, tía—también mentí
—Deberías, por cierto, lamento esto, pero después de aquí tengo que
—¿Tienes que volver a la oficina?—Suspiró y agachó la cabeza como si fuese sido derrotada
—Así es. ¿No estas enfadado? ¿Quieres que lleve algo en especial para cenar?
—Está bien, he estado tan ocupado con todo esto que quizá llegue a casa, me acueste y abra los ojos en un año
—Está bien, te amo cielo— y diciendo esto, ambos terminamos el helado y tomamos nuestros respectivos caminos, pero cuando me faltaba la mitad para llegar a casa, decidí ir a la biblioteca. Tal vez compartirle cómo había estado el día al hermano de Alex me haría sentir mejor, pero cuando llegué tenía un correo pendiente de revisar. Había pasado una hora desde que había sido enviado.
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Lágrimas del destino.
DragosteAlex y Alex. Dos mundos diferente que se relacionan por obra del destino pero, el mismo, se encarga de que todo su camino sea amargo.