Capítulo 4

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A la mañana siguiente, bajé y busqué a una chica que tenia la etiqueta de "vendelotodo". No la conocía mucho, pero, ella conocía a todos. "Puedes llevarle lo que quieras y ella encontrará cómo y a quién vendérselo" era lo que siempre decían y en mi situación, tuve que ir por ella. La vi con un cigarrillo recostada en la pared exterior del la tienda a la que había acudido por la noche. Sentía algo de pena que el joven de las galletas me viese hablar con ella pero, no tenia opción. Me acerqué sin decir palabra.

—¿Quieres uno?—me preguntó mientras apoyaba todo su peso ahora en el pie derecho.

—No, gracias

—Entonces ¿Qué quieres? no creo que hayas venido acá solo para ver los autos pasar.

—Yo, este...

—¿Es tu primer vez? ¿Qué quieres que haga por ti?

—¿Es cierto que...?

—Soy capaz de venderlo todo. Desde el collar de tu perro hasta una casa en la china—Me asombró aquello, ya que no se veía muy profesional. Si se notaba que su ropa y el montón de accesorios que estaba usando eran costosos, pero si tenia tanto talento ¿por qué fumaba cigarrillos de marca barata? y ¿por qué seguía viviendo aquí? aunque en realidad, no sabia exactamente donde vivía, pero poco después, no recuerdo cómo me vi metido en una conversación con unas chicas en la tienda. Hablaban de cuanta envidia le tenían, al parecer el estilo de la chica les atraía en demasía, aunque a mi no me parecía la gran cosa, era muy delgada, pequeña, de si acaso un metro cincuenta y algo, su cabello corto con un ligero flequillo, usaba siempre zapatos de plataforma muy extravagantes y llevaba tantas cosas encima, que no me parecía la mejor elección, pero ¿Qué podría yo opinar de moda?, aun con todo aquello la respetaban, nadie se metía con ella, y cuando las mujeres empezaron a hablar de manera algo despectiva, una señora canosa, algo subida de peso y con unas enaguas hasta los tobillos (pero con caminar sumamente elegante y con la cabeza erguida) se colocó entre aquellas empujándolas con sus caderas. Se quedaron confundidas, pero la señora comenzó a darles una reprimenda, les dijo algo así: ¿A caso no saben lo mal que se ven las personas que hablan mal de los demás? Lo único que demuestra es cuanta falta de categoría tienen. Nunca he escuchado a Amanda hablar de alguien y mucho menos, mal, por eso, hasta ustedes la admiran o ¿me equivoco? Se dan el lujo de hablar de ella sin saber que antes de permitirse comprar una botella de agua, primero se asegura que su abuela tenga mil cosas mas antes. Y mientras ustedes buscan como salir huyendo de aquí, ella se queda por su abuela y porque este es su hogar. Así que, niñas sin glamour alguno, permítanme pasar primero en la cola, gracias. ¡Cómo me reí ese día! se veía de lo mas cómica la anciana poniendo en su lugar a esas pobres chicas. Desde ese momento también vi a Amanda con más respeto. Bueno, esa mañana le encargué que me ayudara a vender algunas cosas de mi casa lo mas pronto posible, ya que no tenia un solo centavo en mis bolsillos. Creo que ella notó cómo me sentía así que, me acompañó a ver que objetos serian los que vendería. Fue una tarea difícil para mi. Todas y cada una de las cosas que hay en casa fueron elegidas por los dos, desde el color de las paredes, el tipo de alfombra, el tamaño de los platos de la vajilla... desprenderme de cualquier pieza, aunque fuese una cuchara, sentía que me estaba desprendiendo de ella.

—¿Qué tal esto?

—¡No! ¡Jamás esos recuadros!

—Hmn, y ¿ese sofá? se ve lujoso, podría sacarle hasta más de su precio original

—¿Estás loca? Ese sofá...no, es que, es muy especial.

—Oye, ¿en serio quieres vender algo? porque siento que me estas haciendo perder mi tiempo.

—No... es que...

—¿Y si me voy y tu decides a solas cuales cosas sí y cuales no?

—No creo que pueda hacerlo a solas...

Lágrimas del destino.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora