Estábamos a solo dos días de la boda. Me parecía algo tan irreal. Tanto tiempo luchando contra todo para que al fin la vida decidiera darnos lo que merecíamos. Desde el momento en que ella aceptó casarse conmigo, cada vez que lo recordaba no podía parar de sonreír ¡Qué afortunado me sentía!
—¿Su padre ya se había enterado?—preguntó el señor Tiburcio
—Sí
—Y ¿Cómo lo tomó?
—Yo no estaba presente cuando eso sucedió. Alex me contó que él llegó a la casa de uno de sus viajes de negocios, se enfadó por una tontería con ella y al darle la espalda ella le dijo: me voy a casar. Él volteó la cabeza ligeramente mientras aún sostenía su maletín en la mano izquierda.
—Alex—dijo acomodándose sus lentes—hace mucho dejaste de importarme, me alegra que por fin dejes mi casa.
—¡Vaya! ¡Qué hombre tan desagradable!—dijo Tiburcio indignado—¿Qué hizo ella al oír aquello?
—Estaba muy triste, en efecto, ella al igual que yo, en el fondo seguía anhelando la aceptación de un padre egoísta.
—Aunque, esa reacción de su padre fue mucho mejor de lo que hubiese esperado, basándome en todo lo que me has narrado—asentí
—Pues sí, yo también estaba preocupado, pero aún así temía que se encargara de arruinar la boda
—Y ¿lo hizo?
—Él no, pero...
—¿Qué sucedió?
—Vamos en orden—asintió echándose para atrás en su silla decepcionado— Bueno, después de que Alex hablara con su padre estábamos pasando días muy buenos. Hasta su madre se lo estaba pasando en grande, o al menos eso creíamos. Cuando nos comprometimos, ya que en ese entonces a ella aún le faltaba terminar su carrera y que nuestro presupuesto era algo estrecho, le había propuesto arrendar una casa y por el momento encargarnos de comprar los muebles, pero ella prefirió que compráramos una casa que aunque fuese pequeña y tuviésemos por cama un colchón en el suelo, sería nuestra.
—Una chica inteligente, una mujer que vale la pena—dijo el hombre sin cuello
—Lo sé. Bueno el día anterior a nuestra boda, salimos a comer juntos. Estaba tan ilusionada, no dejaba de hablar de los detalles, de cuantas ganas tenía de que yo viera el vestido que había elegido, de que—pero no pude evitar derramar una lagrima
—Toma—Tiburcio me dio una servilleta—la vida es dura amigo, la vida es dura
—Para unos más que para otros
—En eso estoy completamente de acuerdo. ¿Te sientes mejor?—asentí, tragué y proseguí
—Bueno, sus ojos le brillaban tanto y volvió a mencionar cuanto deseaba que en el futuro tuviésemos hijos
—¿Ella seguía queriendo ser madre? ¿A pesar de saber lo que los médicos le habían dicho?
—Sí. Desde que la conocí, cada vez que miraba a un niño se emocionaba, o veía a alguno llorar y decía: Es que ella no sabe como se hace eso (hablando de la madre). Parecía como si hubiera nacido especialmente para ser madre
—Además de que de por sí tenía un corazón muy noble
—Sí...Bueno, por más que intentamos volver temprano a nuestras respectivas casas, terminamos volviendo pasada la media noche, ambos nos despedimos creyendo que para la siguiente noche nos diríamos: marido y mujer.
—Pero, exactamente ¿Qué fue lo que pasó?
—Al amanecer, tía Sara me despertó:
—¡Alex! Son las once del día
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Lágrimas del destino.
RomanceAlex y Alex. Dos mundos diferente que se relacionan por obra del destino pero, el mismo, se encarga de que todo su camino sea amargo.