Capítulo 22

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—¿Y ya habías decidido en qué te ibas a especializar?—quiso saber Tiburcio

—No, no aún, pero si estaba a punto de encontrar la razón que me haría tomar mi decisión final

—¿El que?

—Ya habían pasado alrededor de tres años, el próximo año tendría que comenzar a estudiar mi especialidad

—¿Tan rápido?

—Sí, iba más adelantado que los demás compañeros con los que comencé, pero es que... bueno ya era un adicto al estudio y sin Alex ¿Qué más podía hacer? Además, no olvides que tenía una meta...

—¿Una meta? ¡Ah, sí! Recuerdo que me dijiste que te habías empeñado en ser alguien a quien el señor Bloom no le pudiese decir que no.

—Sí, bueno y quería tener mi titulo y comenzar a trabajar antes de que Alex acabase su carrera...

—Ya. Bueno, y entonces ¿Cómo fue que tomaste la decisión?

—Por la madre de Alex.

—¿Qué? ¿Ahora como vuelve a entrar esa mujer en todo esto?

—Después de la primer vez que ella me vio entrar a su casa, no es que no tuviese problemas con ella, pero tampoco me prohibía ir a visitar a su hijo. Seguía viéndolo pocas veces porque tampoco debes morder la mano que te da de comer, y la enfermera seguía asegurándose que el señor Bloom no tuviese la más mínima posibilidad de cruzarse conmigo.

—Y, ¿el hermano de Alex estaba enterado?

—¿De que su madre me había visto? Claro, hasta ese entonces, no habían secretos entre nosotros, pero según me contaba, su madre rara vez iba a su recamara, no tenían conversaciones.

—Entonces prácticamente la enfermera era su única compañía...Qué triste vivir de esa manera, no tenía más amigos, más familia, todos los días del año en una cama...

—Pues sí, por eso trataba de escribirle y visitarlo lo más que podía. No tenía porqué sufrir tanto una persona tan bondadosa como él... Eso me hacía detestar aún más al señor Bloom.

—Bueno, pero aun no me has dicho lo de

—¡Ah! sí, perdona. Un día fui de visita y mientras leíamos un nuevo comic (se había vuelto un adicto a ellos) le dio un ataque de risa y se derramó por accidente un poco de café haciendo que mi abrigo se ensuciara, lo iba a dejar pasar, pero me dijo que hiciéramos una pausa y que podía entrar en el baño de Alex a limpiarme un poco ya que el suyo estaba hecho un desastre en ese momento.

El baño de Alex estaba al frente, en la segunda puerta. En esa casa, había tanto espacio que cada uno tenía su propio baño así que sin Alex allí, se esperaba que estuviese desolado, pero cuando abrí la puerta (no toqué ya que era obvio que no habría nadie dentro) la señora Bloom dejó caer un tarrito al suelo asustándose al verme allí.

—¿Estaba desnuda?

—No, estaba haciendo otra cosa. Se veía nerviosa.

—¿Qué era lo que hacía?

—Estaba tomando sus pastillas.

—¿Y eso te hizo elegir qué estudiarías? ¿Qué tiene eso de especial?

—Es que no fueron solo unas pastillas, déjame continuar.

—Perdón.

—Bueno, ella se asustó y se puso de rodillas lo más deprisa que pudo para recoger lo que se había caído. Corrí a ayudarla y tomé el envase mientras ella juntaba las píldoras, pero al ver que me disponía a darle un vistazo me lo quitó poniendo sus ojos como platos.

Lágrimas del destino.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora