Endure (Dramione)

24. Sorpresa

Encontró un casi imperceptible sendero. Sabía a dónde tenía que ir, pero desconocía el terreno. El sendero se internaba en un bosque de aspecto tétrico, con árboles despojados de hojas y la luz apenas filtrándose entre las ramas desnudas. El lugar parecía sacado de una de esas películas de terror que Granger le había hecho ver en ese aparato llamado «televisión». Aunque no debería sorprenderse, estaba en Rumania después de todo, un país famoso por albergar criaturas mágicas de fama oscura.

Draco había pasado tres días buscando, enfrentando la desesperación y la frustración en cada paso, y en esos días se encontró gritando al vacío del bosque en más de una ocasión; su voz resonó en la espesura mientras maldecía su suerte y la impenetrabilidad del terreno. Hasta que finalmente encontró el difícil sendero que lo llevaría a su destino final.

Continuó caminando, el polvo y la tierra manchando sus botas mientras avanzaba. El terreno era traicionero, lleno de raíces expuestas y rocas sueltas.

De repente, una fuerte pendiente se apareció frente a él. Joder... No podía aparecerse porque nunca había estado en el lugar, así que debía seguir caminando. Respiró hondo y encaró la pendiente, sintiendo cada músculo de sus piernas trabajar contra la inclinación.

Después de la pendiente, llegó a una zona pantanosa llena de charcos y barro. Cada paso parecía una lucha, sus botas se hundían en el fango, y en más de una ocasión estuvo a punto de perder el equilibrio. Sorteó el terreno con dificultad, sus movimientos lentos y calculados. El barro era denso y pegajoso, dificultando cada paso, pero finalmente logró salir de la trampa pantanosa. Y finalmente arribó a la entrada de la Cueva de Apuseni en el corazón del bosque, en medio de los Montes Cárpatos. Sintió una mezcla de alivio y euforia. El terreno rocoso e irregular bajo sus pies le recordaba que aún no había llegado al final de su travesía. Era mediodía y, afortunadamente, la luz del sol alumbraba lo suficiente para poder observar a su alrededor. Había un agujero en el techo de la cueva que iluminaba tenuemente la entrada, creando un ambiente místico y sombrío.

Avanzó hacia el interior, adentrándose en las profundidades de la cueva. Cada paso resonaba en la quietud, y la temperatura bajaba a medida que se internaba más. La oscuridad absoluta pronto lo envolvió. Elevó su varita.

—Lumus —susurró, y la luz de su varita iluminó una imponente columna de cristales frente a él.

Parecían absorber la luz y comenzaron a brillar por sí solas. Eran preciosas, incoloras, pero con la luz emanando de ellas parecían contener todos los colores del arcoíris. Acercó sus dedos temblorosos y cogió una, sacándola de la tierra de la columna, la colocó en la palma de su mano y apreciándola por completo, sonrió para sí mismo.

«Las gemas de Noxium», piedras preciosas increíblemente resistentes, capaces de almacenar y transferir pensamientos, emociones, fragmentos de la mente e incluso y por lo que se aventuró en la búsqueda de esas piedras...

Recuerdos.

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—Entonces, si nadie tiene nada más que añadir, estamos todos de acuerdo con la cobertura de turnos de esta semana después de Año Nuevo.

Todos los aprendices y sanadores del área de emergencias asintieron, y algunos confirmaron en voz alta.

—Perfecto. Tengamos un exce...

El tono de llamada de su móvil la interrumpió.

—Andy, ¿podrías...? —le pidió, señalando el pequeño aparato oscuro que había dejado al otro lado de la sala.

La aprendiz, lista para asistirla, cogió el móvil con rapidez.

—Tome, sanadora, «su fuente de entretenimiento favorita» está llamándola —dijo.