Aquino se levantó esa mañana sintiendo el vacío en el apartamento. El olor a vainilla que solía impregnar el lugar parecía desvanecerse, como si incluso su perfume se rehusara a quedarse en un espacio que ya no compartía con Duxo. Con un suspiro pesado, se dirigió al baño, observando su reflejo en el espejo. Su cabello castaño, desordenado y ondulado, caía en mechones desiguales, y sus ojos color avellana parecían más apagados, como si la luz en ellos se hubiera extinguido junto con la partida de Duxo.
Después de un desayuno rápido, Aquino se encaminó a la panadería, su refugio y su ancla en estos días solitarios. El aroma a pan recién horneado y café le proporcionaba una sensación de normalidad, aunque su corazón pesaba. Soarinng ya estaba ahí, manipulando la masa con una destreza que siempre había admirado. —Buenos días,— murmuró Aquino, tratando de poner una sonrisa en su rostro.
—Buenos días, Aquinito,— respondió Soarinng con su típico tono atrevido. —Parece que alguien necesita un poco de azúcar en su vida hoy.— Aquino dejó escapar una risa débil y se puso a trabajar, agradecido por la tentativa de su compañero de levantarle el ánimo, aunque fuera solo un poco.
El día transcurrió lentamente. Aquino se enfocó en amasar, hornear y atender a los clientes, tratando de perderse en la rutina del trabajo.
Soarinng, siempre observador, notó la tristeza en los ojos de Aquino. En un momento de calma, se acercó y le dio una palmada en la espalda. —Oye, ¿por qué no te tomas un descanso? Yo puedo manejar esto por un rato.—
Aquino asintió, agradecido por la oferta. Se dirigió al pequeño almacén detrás de la panadería, donde se dejó caer en una silla. Cerró los ojos y permitió que sus pensamientos vagaran hacia Duxo, imaginándolo en la bulliciosa New York, persiguiendo sus sueños. Sentía una mezcla de orgullo y tristeza, sabiendo que esto era lo mejor para Duxo, pero lamentando la distancia que ahora los separaba.
Cuando regresó al mostrador, Aquino se encontró con una sorpresa. Soarinng había decorado un pastel con la palabra —Ánimo— escrita en un glaseado colorido. —No es mucho, pero pensé que esto podría hacerte sonreír,— dijo Soarinng, con una sonrisa traviesa.
Aquino no pudo evitar reírse, sintiendo una calidez en su pecho. —Gracias, Soarinng. Realmente lo aprecio.—
La campanilla sobre la puerta tintineó, anunciando la llegada de la dueña del local. Una mujer mayor, de rostro amable y sonrisa cálida, entró llevando una cesta rebosante de dulces. Aquino se enderezó y trató de esbozar una sonrisa, a pesar del nudo en su pecho.
—Buenos días, chicos,— dijo la señora con una voz alegre que llenó el local. —He traído algunos dulces para alegrarles el día.—
Soarinng, dispuesto a bromear y hacer reír, se acercó a ella con una exagerada actitud infantil. —¡Señora, usted es la mejor! ¿Puedo probar uno? ¡Por favor, por favor!— imploró, moviendo las manos.
La dueña soltó una carcajada y le dio una palmadita en la cabeza. —Claro que sí, Soarinng. Toma todos los que quieras.—
Aquino observó la interacción, sintiéndose ligeramente mejor por la presencia y la amabilidad de la dueña. A pesar de su tristeza, no podía evitar sentir una pequeña chispa de calidez en su corazón al ver cómo Soarinng lograba siempre sacar una sonrisa a todos, incluido él mismo.
La señora se acercó a Aquino, ofreciéndole la cesta. —Y tú, querido, ¿cómo te sientes hoy? ¿Quieres dulces?—
—Estoy bien, gracias,— respondió Aquino, tumbando su peso en la encimera. —No gracias, hoy he comido mucho azúcar... mi presión podría,— Aquino traga saliva mirando hacia abajo. —A la verga—murmura a sí mismo, la señora arquea una ceja.
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۵❝¡𝓗𝓾𝓮𝓵𝓮𝓼 𝓪 𝓿𝓪𝓲𝓷𝓲𝓵𝓵𝓪!❞۵|| ෆ 𝙳𝚞𝚡𝚒𝚗𝚘.
FanfictionCONTENIDO +18 EN EL CAPITULO 26 𝐃𝐔𝐗𝐈𝐍𝐎 | ¡Aquino siempre huele a vainilla! Y duxo quiere descubrir el porqué, sabía que es un objetivo ridículo, pero para él la curiosidad es curiosidad. Los aclaraciones adentro, los dibujos no son de mi aut...