Capítulo 17

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Horas más tarde en la noche, Elena yacía sobre su cama contemplando el adormilado rostro de Katya en el lado vacío del colchón. No llevaba mucho tiempo allí, pero aquella actividad era algo muy común, casi como un hobbie. Le encantaba detallar cada expresión que hacía la pequeña al dormir. Y no estaba de más recordar que la niña había caído rendida en aquel lugar en el momento en que su cabeza tocó la almohada. Era totalmente entendible después de todo el ajetreo vivido durante las horas de la mañana y la tarde habían sido muy pesados para su joven cuerpo.

El momento pronto fue interrumpido cuando la puerta de la habitación sonó unas cuantas veces.

— ¡Lena, soy yo!— Escuchó a Fedora avisar desde el pasillo y, de inmediato, se levantó a la velocidad de un rayo para abrirle la puerta.

Al estar frente a frente la mujer hizo una expresión de desconcierto. Elena ahora parecía más calmada que cuando entró a casa gritándole que debía ponerla al tanto de muchas cosas que le habían pasado durante el día. Lo agradecía internamente.

—Por fin me desocupé mi niña. Ahora si podemos hablar con calm...— Ni siquiera alcanzó a terminar la frase porque Elena agarró sus manos y la arrastró hasta el balcón de su habitación.

La pelirroja cerró la puerta de cristal con mucho cuidado de no despertar a su hermana, y después amortiguó un grito mordiéndose los labios. Fedora aún la miraba extrañada. La cara de Elena rebosaba de felicidad pura.

—No sé que fue lo que te pasó, pero supongo que fue algo muy bueno... – La encargada se apoyó en sus codos contra el barandal del balcón con su mirada fija en ella. Elena copió su posición pero mostrándose totalmente risueña.

— Hoy fue un día maravilloso Fedo — Dijo mientras comenzaba a recordar la magnífica tarde en casa de los Volkov.

El interés de la mujer creció.

—Ahh... ¿si? ¿Y por qué? ¡Deja de intrigarme! ¡Dímelo ya!— Le dijo desesperada.

Elena comenzó su relato, hasta con los más mínimos detalles. Y es que para ella todo en ese lugar había sido tan agradable, desde la comida, la charla y la cálida compañía de la familia. Hasta las miradas extrañas y los pequeños pero fructuosos momentos con Yulia.

Fedora escuchaba atenta a cada palabra salida de aquella boca. Ya tenía conocimiento de todos los detalles sobre su sexualidad, sus miedos, sus preocupaciones y todo lo demás, pero nunca la había visto tan esmerada en hablar de algo... o alguien.

—No hubiera querido que terminara así... Pero no lo pude soportar — Dijo  después de un tiempo — Ella me sacó de quicio y tuve que irme antes de que mis impulsos explotaran. Estuve a punto de quebrarme ante Yulia Volkova... Ella vio mis ojos llorosos. Sé que sintió que sus palabras me hicieron daño... Y eso no puede ser Fedo, no puede ser...!

Aunque la chica también se auto regañaba por algunos comportamientos que había mostrado ante Yulia, y más la estupidez que cometió en el parque; sentía que había sido demasiado obvia y no deseaba que la hija mayor de los Volkov fuera testigo de ninguna de sus debilidades.

Fedora empezó a reír por lo bajo.

—Cálmate mi niña, no es para tanto — Le dijo.

Elena se desesperó.

—¡¿No es para tanto, Fedo?! ¡Claro que lo es! Yo no quiero que me vea con la guardia baja, ni mucho menos que me note sonrojada. ¡Oh! ¡Eso es lo peor, que me vio sonrojada!— Dijo con las manos sobre el cabello, a punto de empezar a arrancárselo.

—Mantén la calma, por favor. Me gustaba más esta historia en el comienzo — Fedora le desenredó los dedos del cabello, mantuvo acunando sus manos y le miró fijamente. Un suspiró se hizo presente  —A veces es inevitable controlar nuestros impulsos. No podemos culparnos por eso. ¿Y qué si te vio sonrojada?— Se encogió de hombros —Eso puede significar muchas cosas, no solo que le gustes.

Mis Ojos Sobre TiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora