Capítulo 35

45 3 0
                                    

Universidad de Moscú, 10 am.

Sol, lluvia, lluvia, sol...El clima cambiante en Moscú de las últimas semanas era una completa locura. Ya en ningún rincón de la ciudad se podía divisar algún copo de nieve o en el cielo una nube gris. El sol reaparecía y volvía a hacer de las suyas, se estaba convirtiendo en el gran protagonista del nuevo día.

En la Universidad de Moscú, como era obligación, las personas responsables del mantenimiento se encargaban de recomponer los daños causados por la nevada. Un equipo experto en jardinería se encontraba distribuido por todo el campus cavando la tierra y sembrando plantas nuevas; mientras que otros hacían el esfuerzo de salvar aquellas que habían sido damnificadas por el hielo.

Elena en su tercer día de castigo cumplía con la labor de ayudarles a cavar huecos en la tierra. Sin embargo, la pobre chica no estaba pasándola muy bien. Los rayos del sol le tenían ardiendo la piel. El calor le hacía transpirar como jugador de futbol y el overol que traía puesto le causaba picaduras en todo el cuerpo. Su cabeza parecía una regadera abierta debido a la montonera de gotas de sudor que le caían de allí.

En un momento el cansancio le ganó y no pudo seguir más. Sacada de casillas se quitó los guantes de protección y los lanzó lejos seguido de la pala con la que cavaba.

Algunos trabajadores a su alrededor detuvieron su labor para ver lo que le pasaba.

Ella al verse en esa situación, no pudo con la presión de tantas miradas. Se dejó caer al césped de espaldas completamente derrotada — Lo siento mucho. Me duelen las manos, nunca había hecho esto...¡¿Qué pasó con la lluvia?! ¡¿Dónde está la nieve?! Me rindo — Gritó como loca y las risas de los trabajadores no se hicieron esperar. Muchos de ellos negaban con la cabeza mientras se burlaban y volvían a su tarea.

Elena se quedó allí tirada descansando un poco. Cubrió sus ojos con el brazo protegiéndose de los rayos y después se bajó hasta la cintura el cierre del overol para que le entrara un poco de aire a sus pechos. Sus chicas lo necesitaban, estaban muy sudorosas.

Se dio aire así misma con su mano libre y trató de cerrar los ojos para relajarse, pero entonces, unos segundos después, empezó a sentir como algo chocaba contra su cabeza, y no solo una, repetidas veces.

Se quitó la mano del rostro y la deslizó hacia su cabello para agarrar lo que fuese que le estuviera molestando. Logró tomar en su mano uno de los objetos y lo atrajo para examinarlo de frente. Casi se muere de susto al ver que era otro cerdito de peluche igual al de ayer. Se sentó rápidamente y miró en dirección donde tenía apoyada la cabeza. Su boca se abrió en sorpresa. Allí había aproximadamente unos diez cerditos de peluche y todos con papelitos en su trompa. El corazón le bombeó con locura. Se puso de pie y miró a todos los polos en busca de la persona que le había lanzado los peluchitos. Dio vueltas en su posición repetidas veces pero allí no había nadie más que los trabajadores. Su admirador o admiradora secreta se había esfumado en segundos.

Intrigada, volvió a agacharse junto a todos los peluchitos. Los agarró uno por uno y se alejó de los jardineros para ir bajo un gran árbol que daba sombra y donde podía estar sola. Se sentó contra él y colocó todos los cerditos encima de sus muslos. Empezó a detallarlos. Cada peluchito tenía detalles que les diferenciaban. Unos tenían gorritos, otros bufandas, otros guantes y cosas por el estilo. Se encontró sonriendo de pronto. Los olfateó, y de nuevo allí estaba ese olor que le encantaba. Su corazón latió.

Empezó a sacar los papelitos de la boquita de todos y a leerlos cada uno.

—Si tuvieses que pagar impuestos por ser guapa, ya te habrías arruinado.

—Tú debes ser atea porque estás como quieres y no como Dios manda.

—¿Te dolió cuando caíste del cielo? xD

Mis Ojos Sobre TiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora