Capítulo 2

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・  。呪いの王 。・

El incidente del baño fue solo el inicio de una serie de continuos roces que empezó a tener con su tío. El siguiente problema llegó medio año después, cuando Itadori recibió su primera carta de la universidad, dándole la bienvenida, supuestamente firmada personalmente por el rector. El vaso estaba a punto de rebosar.

El chico corrió hasta el despacho de Sukuna, alegre. Esas noticias se las solía contar a sus amigos o a su hermano, pero este último se encontraba en Corea estudiando así que ya lo llamaría luego para darle la noticia. Ni Nobara ni Megumi respondieron a su mensaje, así que necesitaba compartirlo con alguien.

—¡Tío, ya tengo la carta de la universidad!

Ni se molestó en llamar cuando abrió la puerta bruscamente, y maldijo cada milésima de segundo de los hechos venideros cuando lo hizo.

—¡Joder!

Lo que no esperaba es que Sukuna tuviera compañía, de hecho en cuanto entró, Uraume se acababa de bajar la blusa y lo miró con cara de circunstancias, apartándose del escritorio, justo detrás de ella se encontraba Sukuna.

—¡Lo ... lo siento! —se disculpó el chico, desviando rápidamente la mirada.

—¿Es que no te han enseñado a llamar a la puerta? —preguntó la mujer, caminando hacia él.

—Uraume, déjanos —ordenó Sukuna con voz tranquila.

—Como quiera —asintió su secretaria, saliendo del despacho no sin antes dedicarle una mirada asesina a Yuji.

El chico no se dignaba a enfrentar la mirada reprobadora de su tío. Solo hasta que escuchó una cremallera subir y como se levantaba de su asiento, ya decidió hablar.

—Siento interrumpir, yo... —se disculpó por segunda vez.

Sukuna lo miró con expresión aburrida, realmente no había interrumpido nada especialmente entretenido. Que se follaba a su secretaria ya no era ningún secreto, tampoco le importaba que Yuji los hubiera visto. Aunque podía notar su incomodidad a kilómetros.

—¿Qué tienes ahí? —su tío había señalado el sobre que Yuji casi estrujaba entre sus manos por el nerviosismo.

—Ah, pues la carta de la universidad que... —intentó explicarse entre tartamudeos.

—¿A qué esperas? Ábrelo —le ordenó su tío, sacando el abrecartas de su escritorio y dejándolo sobre la mesa.

Tal vez estaba algo molesto por la intromisión de Yuji en su despacho sin llamar, odiaba a los críos —aunque su sobrino ya había pasado la adolescencia e iba de camino a la adultez— y su mala educación. Pero a sus ojos siempre iba a ser «el mocoso».

—Voy... —asintió Yuji, no muy seguro.

Se adelantó hasta el escritorio y tomó el abrecartas. Entonces Sukuna se había reclinado hacia atrás en su cómodo asiento y la camisa que no se había abrochado se terminó de abrir. Yuji, por supuesto, no había reparado en aquel detalle, estaba ensimismado evitando el contacto visual por la vergüenza que no se dio cienta que su tío estaba medio desnudo.

«Normal, si estaba a punto de fo...».

—¿Tengo algo en la cara? —lo sacó de sus pensamientos Sukuna, y su voz grave se sintió como una bofetada de realidad.

Para su suerte el hombre pensó que simplemente le estaba mirando fijamente el parche que tapaba su ojo derecho, como solía hacer de niño por curiosidad, y no que lo estaba repasando con la mirada.

Solo los amantes sobreviven (SukuIta)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora