Capítulo 3

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・  。呪いの王 。・

El tercer y último incidente con Sukuna culminó en una noche donde el joven Yuji no tenía nada mejor que hacer que estar en videollamada con sus amigos por Discord, lo normal un viernes a esas horas.

Megumi había salido tarde de sus clases y no pudieron quedar como solían hacer por el centro, pero Nobara era tan insistente que en un segundo ya había armado llamada grupal entre los tres y fue imposible escapar.

Llevaban un rato largo hablando de una cosa u otra, qué tal iban en la universidad, si habían comprado algo interesante últimamente, lo cierto es que su amiga no se callaba contando sus últimas adquisiciones en el centro comercial.

—¿Ya te armaste de valor y te declaraste a Maki? —rió Megumi, intentando molestar a su compañera e interrumpirla.

Nobara, roja de la vergüenza, apartó el teléfono de un manotazo y la cámara se quedó grabando el techo. El plan había sido un éxito, probablemente se quedase callada un rato.

—¡Idiota!

Megumi negó varias veces y siguió pasando las hojas del libro que estaba leyendo. Yuji se preguntó cómo era capaz de mantener una conversación a la vez que seguía con sus hobbies. La respuesta es que el joven Fushiguro amaba el chisme por encima de todo, más si implicaba a su familia.

Él tenía en alta estima a su prima Maki, y creía que haría buena pareja con Nobara —su amiga de la infancia—, así que llevaba unos meses intentando darle ese pequeño empujón pero no terminaba de acertar. Acabaría abandonando su trabajo como celestina.

—¡Tierra llamando a Yuji! —gritó de repente Nobara, provocando una mueca de desagrado del moreno—. Te he metido en la llamada para que digas algo, menuda cara tienes.

—¿Qué? —preguntó el aludido, regresando la mirada hasta la pantalla donde sus amigos lo observaban con curiosidad—. Ah, perdona, no te escuché.

—No, ya. Estás ido. ¿Qué te pasa?

Buena pregunta...

—¿A mí? Nada —se encogió de hombros.

—Eres malísimo mintiendo, algo te ronda esa cabeza hueca que tienes.

—Oye, no estás ayudando... —protestó el chico de cabellos rosados—. Megumi, dile algo.

El joven Fushiguro suspiró, puso el separador entre las hojas y cerró el libro, apartándolo a un lado de la cámara.

—Odio darle la razón, pero cuando la tiene, la tiene...

—Bueno, sí, estoy pensando en algo —bufó Yuji, acomodándose en la cama y dando un rápido vistazo a la puerta de su habitación, bajando la voz—. Es mi tío...

—¿Qué pasa con él? ¿Te ha saludado? —intentó adivinar Nobara con tono de broma.

Era bien sabido entre el grupo de amigos que Yuji no tenía la mejor relación con Sukuna, apenas se hablaban y menos se cruzaban por casa teniendo los horarios tan diferentes que tenían. Que vivieran en una jodida mansión tampoco ayudaba. Había que añadir que el Itadori no les había contado los últimos sucesos con él, porque de solo pensarlo se moría de la vergüenza.

Sus pensamientos divagaban entre la escena del jacuzzi meses atrás, luego aquella que le pidió un spray para lesiones cuando estaba entrenando en su gimnasio personal y no perdió de vista cada músculo descubierto bajo la ropa apretada que solía usar. Estaba seguro de que Sukuna se había dado cuenta.

—Está raro —hizo una pausa para aclararse la garganta—. Más de lo habitual, me refiero.

—¿A qué te refieres? —interrogó Nobara.

Solo los amantes sobreviven (SukuIta)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora