Capítulo 10

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・ 。呪いの王 。・

¡Lo sabía, él lo sabía en todo momento!

Yuji no llegaba a comprender cómo lo había descubierto, pero Sukuna es tan tenaz y nunca se le escapa nada. Era cuestión de tiempo que llegase a la conclusión correcta. Parecía que las reglas morales de la sociedad le traían sin cuidado alguno cuando empujó el cuerpo de Yuji contra el escritorio de su despacho, ahora limpio gracias al propio muchacho.

—Pero hoy... nada de mentiras —dijo, dando la vuelta sobre el mueble hasta el lado de los cajones, girando a Yuji también con él.

No tenía opción de escape, tal vez golpearlo en algún momento vulnerable y aprovechar para correr y pedir ayuda, porque eso era lo correcto, ¿verdad? Pero el joven Itadori hacía mucho que se había alejado de ese camino, además enfrentarse a Sukuna no era la mejor opción, ¿luego dónde iría? ¿Quién pagaría la universidad o una casa donde vivir?

No podía acudir a Choso, porque eso implicaría contarle toda la verdad, y no quería meterlo en más problemas. Además, Sukuna habrá jugado bien sus cartas, ahora era cómplice de un asesinato por lo que acudir a la policía estaba vetado, y su rival era un tipo forrado de dinero que podría costearse cualquier abogado del país y hasta comprar a los jueces. ¿De verdad había fantaseado siquiera con la opción de poder escapar de su destino?

Entre esos escasos segundos que transcurrieron, el hombre no había perdido el tiempo y bajó sus manos al cierre del pantalón de Yuji, que no opuso resistencia cuando deslizó la prenda por sus pies, hasta el suelo. El joven de cabellos rosados parecía ignorar las acciones de su propio cuerpo, porque su tío había alzado una ceja partida cuando se alejó un paso atrás para contemplar la figura del chico sentado sobre su escritorio, semidesnudo.

—¿Cuánto tiempo llevas fantaseando con esto? Dime, mocoso.

Verguënza, una profunda vergüenza azotó su cuerpo entero cuando notó a lo que se refería, aunque su cabeza no desease aquello, el bulto que se había formado bajo la ropa interior decía lo contrario, y Sukuna lo había interpretado como luz verde a sus acciones. Acortó distancias, colocándose entre sus piernas descubiertas, el vello de Yuji se erizó completamente mientras el hombre intercambiaba besos entre su cuello y procedía a subir poco a poco hasta su oreja. Escuchar esa voz tan profunda tan cerca le hizo arquear la espalda.

—Siempre has sido muy travieso, ¿no? —rió contra el lóbulo de su oreja perforada, mordiendo la piel.

Claramente Sukuna no estaba aún en sus cabales, como si su cuerpo no le perteneciera, arrastrado por un deseo alojado en lo más profundo de su corazón. Veía a Yuji resistir los gemidos y deseaba estamparlo contra el escritorio, hacerle gritar como nunca, que suplicase más. El parentesco poco importaba ahora, para un hombre que había arrebatado la vida a otro sin mayor problema.

—Esa noche me sorprendiste mucho, ¿siempre usas la boca así de bien?

Él había despertado una parte de su cabeza que nunca había conocido. Sukuna siempre había sido dominante en la cama, pero aquello era distinto, como si realmente le gustaba manejar aquel cuerpo frágil entre sus fuertes brazos, como si de verdad aquel sentimiento de superioridad sobre los demás terminaba de realzar su orgullo y era más placentero que cualquier orgasmo que hubiera tenido a lo largo de toda su vida.

Yuji no respondía a ninguna de sus preguntas. Sukuna estaba impaciente, los besos que le daba en los labios no eran suficientes, ni cuando intercambiaban saliva profundizando con la lengua. Así que, haciendo uso de su autocontrol, fue bajando lentamente las manos por el cuerpo de él, sendas caricias en sus costados, hasta rozar su ropa interior, presionando con los dedos sobre la erección del chico, buscando alguna respuesta de su parte.

Solo los amantes sobreviven (SukuIta)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora