Capítulo 9

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・ 。呪いの王 。・

El frágil corazón de Yuji Itadori dió un salvaje vuelco cuando su teléfono comenzó a vibrar por la llamada entrante. Había pasado la tarde estudiando, o más bien intentando, porque desde su pequeño «incidente» en la ducha, no podía pensar en otra cosa que no fuera eso. Se había tapado los brazos con unas vendas colocadas de manera algo tosca, y con el transcurso de las horas hasta el anochecer había olvidado que las heridas seguían ahí.

Ya no fue el susto por el ruido de la alerta de llamada, fue más el nombre que aparecía en la pantalla, casi como si el destino se estuviera burlando de él. «Sukuna» decía esas letras brillantes, porque guardar a aquel hombre con otro alias hubiera sido otorgarle una cercanía familiar definitivamente inexistente.

No tuvo otra opción que responder. Al final vivían bajo el mismo techo y tampoco había escape. Yuji tomó el aparato y pulsó la tecla verde de descolgar. Si no recordaba mal, era la primera vez que Sukuna lo llamaba directamente. Esperaba que fuera también la última.

—¿Si? —preguntó, no muy convencido, mirando la pantalla.

—Mocoso, ven a mi despacho.

—¿Ocurre algo?

No hubo respuesta, la llamada se había colgado, Yuji soltó un suspiro y se quedó mirando la pantalla con el resumen de los segundos que había estado hablando. No esperaba gran cosa, pero estaba seguro de que si Sukuna lo había llamado, era por algo urgente e importante. En los últimos meses apenas habían cruzado palabras por el pasillo y poco más.

Su querido sobrino era el único que podía ayudarlo en ese asunto, pues ni Uraume —con su impecable sentido del honor y leal hasta la médula a su jefe— hubiera encubierto un asesinato. Pero ahí estaba Yuji, llamando a la puerta de su despacho y entrando casi como si estuviera en un desfile militar, más tieso que el palo de una escoba. Lo que no esperaba era lo que sucedería a continuación. Sorpresivamente no hubo gritos.

Parecía como entrar en el plató de rodaje de una película de Saw, todo lleno de sangre, con ese maldito olor que se metía hasta en las fosas nasales e imposible de olvidar. La diferencia es que aquello no era ficción, no estaba dentro de un largometraje grabado con una cámara donde en cualquier momento alguien gritaría un «¡Corten!». Ante él se presentaba la vida misma, su tío había asesinado a un hombre, y él debía guardar el secreto.

No hubo preguntas, tampoco dudas. Cuando Sukuna levantó el cuerpo para arrojarlo al suelo y comenzar a enrollarlo en la alfombra, Yuji corrió a ayudar en todo lo necesario. Tuvo que hacer un esfuerzo sobrehumano para aguantar las incesantes náuseas que luchaban por salir cuando el cadáver se colocó al revés mientras lo giraban, goteando más sangre y estaba seguro de haber visto un intestino asomar entre las heridas.

Puag.

Prefería el gore de la ficción, su débil cabecita no daba crédito a todo lo que estaba contemplando. Cómplice sin querer serlo, llevaron el cuerpo escaleras abajo. A esas horas, ya no había nadie más en casa para suerte de ambos, porque la situación era complicada de explicar.

Sukuna llevaba la voz cantante, giraron un par de pasillos a la izquierda en la planta baja, llegando a la puerta del garaje. Su tío prácticamente golpeó el interruptor de la luz y siguieron arrastrando la alfombra un poco más hasta la salida de emergencia. El objetivo estaba cerca, el jardín.

La lluvia no daba tregua, Yuji sintió que el agua fría calaba sus huesos y le recordaba dónde estaba y cuál era su situación. Sukuna abrió la puerta del invernadero de una patada, el calor del ambiente se les hizo tan incómodo a ambos.

Solo los amantes sobreviven (SukuIta)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora