Capítulo 18

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・ 。呪いの王 。・

Megumi Fushiguro era el mejor amigo de Yuji desde hacía años, desde que se conocieron en el colegio. Juntos habían pasado innumerables aventuras, momentos felices como graduarse con honores en el instituto, y momentos más trágicos, como el funeral de los padres del joven Itadori. Indudablemente eran amigos, para lo bueno y para lo malo.

Yuji había pasado horas consolando a Megumi cuando despotricaba sobre su padre, sobre su hermana mayor y lo incomprendido que se sentía en aquella familia. Ambos jóvenes compartían el mismo deseo de acabar la universidad y poder marcharse de casa, dejar de depender de los demás —en este caso de adultos idiotas—, y ser libres por fin. Pero ese sueño quedaba aún lejos.

Meses desde que no hablaban con frecuencia, Yuji usaba la excusa de los exámenes para evitar ver a sus amigos. Megumi, que lo conocía demasiado bien para saber que estaba mintiendo, acudió una tarde a su facultad a preguntar por él y sus compañeros dijeron que llevaban semanas sin verle. No quería meterse donde no le llamaban, pero el asunto le ponía nervioso, podía notar que el chico necesitaba ayuda pero tenía miedo de pedirla.

Respondió al teléfono sin dudar cuando vió que era Yuji quien lo llamaba, pidiendo verse en su barrio. Extrañado, aceptó, pues era algo tarde, pero tampoco tenía nada mejor que hacer. Su vida había cambiado un poco en los últimos meses, su madre había pedido el divorcio a su padre, su hermana mayor se había marchado de casa, y él, sin dinero, no tuvo más remedio que quedarse con Toji al menos hasta que no apareciera una opción mejor.

Su progenitor se encontraba en el salón, bebiendo cerveza y comiendo un bote de ramen recalentado, tirado en el sofá viendo la televisión. No cruzaron miradas cuando Megumi bajó las escaleras hasta la puerta de entrada, pero Toji no lo perdía de vista. Tenía un mal presentimiento.

No era mala idea salir un poco y tomar el aire, eso pensó mientras golpeaba una lata con su pie. El objeto rebotó un metro más lejos, cerca de un cubo de la basura, asustando a varios gatos que se encontraban rebuscando entre las sobras de los vecinos. Las farolas se habían iluminado ya, la temperatura era agradable porque ya casi entraba la primavera. No había mucha gente paseando por la calle, se notaba que al día siguiente había que trabajar.

Megumi paseó por las calles con calma, de camino a la estación de metro más cercana para recoger a su amigo, pues era el transporte que usaba habitualmente para ir a su barrio. Pero no tuvo que andar mucho más, porque un carraspeo a su espalda lo detuvo.

—Megu... —lo llamó esa voz tímida.

El moreno se giró sobre sus pasos, observando la figura encapuchada bajo la luz de una farola.

—¿Yuji?

Sin poder decir nada, el chico ya había cruzado los metros que los separaban y se lanzó a su amigo para abrazarlo. Fue un tonto impulso, pues la capucha que tapaba su rostro se bajó, descubriendo su rostro.

Megumi enmudeció, rodeó el cuerpo de Yuji lentamente y apretó su espalda con cariño, cerrando los ojos. Hasta ahí podía notar el olor de la sangre, del sudor, de la suciedad. El joven Itadori añoraba ese contacto, tanto que no protestó por el dolor de sus heridas.

—Lo siento.

—¿Por qué lo sientes? —preguntó su amigo, soltando el abrazo.

Yuji desvió la mirada, avergonzado, intentando ocultar su rostro, pero era imposible. Aún bajo la escasa luz de la farola se podía discernir los moratones, golpes y cortes sobre sus labios y mejillas.

—Por haber estado tan alejado. Yo... —dijo, cabizbajo—. Sé que lo has pasado mal con lo de tus padres y no he podido estar ahí para apoyarte...

Megumi chasqueó la lengua, luego removió los cabellos de Itadori con cariño.

Solo los amantes sobreviven (SukuIta)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora