Capítulo 17

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・ 。呪いの王 。・

Encendió las luces. Abrió la ventana, no tenía ganas de ninguna fiesta por hoy, pero no deseaba despertar solo de nuevo. Pronto regresó a la cama, donde un bulto se removió bajo las sábanas de seda.

Los ojos tristes de Sukuna se paseaban por su cuerpo, los dedos se deslizaban por toda su desnudez. Podía sentir la carga de soledad que llevaba encima, pero Yuji sabía que él no era el responsable de eso, de la creación de aquel monstruo.

—Ven aquí, mocoso —le pedía con voz serena para volver a morder su cuello y dejar otra marca más para la posteridad.

—Eres tan dócil, tan débil. Tan estúpido —susurraba en su oreja.

—No puedo ser él, no puedo ser lo que deseas —había respondido el chico, enfrentándolo.

Sukuna se enfadó como era obvio, y golpeó a Yuji en la mejilla con un fuerte tortazo. Luego se levantó de la cama, aún desnudo, y marchó del dormitorio tras un sonoro portazo. El chico se quedó mirando rato largo la madera, notando el sabor de su sangre inundarle la boca.

Por fin había reunido la fuerza suficiente para levantarse de la cama. Un día sí y otro también se despertaba en el mismo lugar, el dormitorio de Sukuna. La maldición se desquitaba con él cada día y noche, las veces que tuviera ganas. Las veces que hiciera falta para ganarse su confianza.

Yuji se sentó al borde de la cama, donde justo en frente —en la pared—, había un enorme espejo que subía hasta el techo, donde Sukuna disfrutaba ver el reflejo de su cara las noches que follaban, más bien, él disfrutaba y el chico solo deseaba que pasase el tiempo rápido.

Su tristeza se escondía tras esas profundas ojeras, que habían comenzado a tornarse violetas, al igual que esos moratones por todo su cuerpo. Se levantó y caminó hasta el espejo con algún espasmo de dolor. Giró sobre su propia figura, descubriendo más y más manchas en sus glúteos, piernas, brazos, espalda. Acompañado de numerosos arañazos, cortes...

Algunas recientes desprendían un vapor blanco tras cerrarse poco a poco. Parecía haber peleado arduamente contra un contrincante fuerte, si no fuera porque realmente ese rival solo buscaba humillarlo, divertirse a su costa, demostrar quién tenía el poder, quién dominaba a quien.

Yuji se mordió el labio inferior tras contemplar como un corte de su costado se había cerrado completamente, dejando una fina línea rosada sobre su piel. La hechicería no dejaba de sorprenderle. Su cuerpo hacía eso de forma involuntaria.

—Tu madre pertenecía al clan Kamo, usuarios de la manipulación de sangre —le había explicado Sukuna una noche después de tener sexo de nuevo.

La maldición estaba entretenida acariciando su costado con las afiladas uñas que llevaba, y comenzó a clavar un poco el dedo sobre su piel. Yuji, con una mueca de dolor, solo se dejaba hacer. Sukuna disfrutaba con su sufrimiento, tomó las gotas rojas que se derramaban de sus heridas y se lamió los dedos con ansia, como si no hubiera comido en días.

—Desearía poder comer tus entrañas —dijo al oído de Yuji, provocando un escalofrío en su espalda.

—Prefiero seguir vivo —negó el chico.

—¿Por qué temes al dolor? —pregunto Sukuna, inclinándose hacia él en la cama—. Es imposible que mueras desangrado, tu cuerpo ha nacido para recibir heridas.

Y tal y como decía, cada mañana Yuji amanecía con varios cortes y arañazos que poco a poco sanaban, dejando largas cicatrices por toda su piel. Pasaron los días y su espalda ya no era tan suave como antaño, ahora parecía un campo de batalla.

Solo los amantes sobreviven (SukuIta)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora